Cuando Jordan marchó a los Pistons

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El presidente de la Liga, Javier Tebas, está al barco de Joan Laporta y su junta directiva para asegurar el futuro de Leo Messi.

BarcelonaEl episodio vivido por la tarde de pesadilla de este 5 de agosto nos ha recordado a muchos otro trauma: el del día que Michael Jordan rompió el vínculo de toda una vida en los Bulls y fichó por los Pistons. Es, como bien saben, un trauma inexistente, un fichaje que nunca pasó, porque Jordan, queremos creer que por respeto narrativo a su historia personal, nunca abandonó su casa. 

Disculpen la distopía, pero el Barça ayudó. El comunicado del club, que los socios recibían de pantalón corto y en chanclas alrededor de las 19.48 horas, recordaba mucho a lo que hicieron los Bulls para anunciar la marcha del símbolo a la odiada franquicia de Detroit. “El Barça quiere agradecer de todo corazón la aportación del jugador al engrandecimiento de la institución y le desea lo mejor en su vida personal y profesional”. Un total de tres párrafos y 110 palabras. El formato exacto de la despedida que se dispensa a un jugador del Barça B que marcha al Sassuolo servía para decir adiós al mejor futbolista que jamás haya pisado el Camp Nou, al hombre que más felicidad ha regalado al pueblo culé.

Y claro, en toda Catalunya se ha desencadenado un alud de whatsapps –“QUÉ SABES”, “DIME QUE NO ES CIERTO”– que deja clara la profundidad y riqueza de las realidades paralelas en las que nos hemos acostumbrado a vivir los catalanes y los futboleros y que evidencian un hecho: no, no nos lo creemos. Quizás por simple incapacidad. Los adultos asumen los golpes de la vida, pero es que el fútbol pertenece al mundo de los niños, un mundo donde los límites salariales, las amortizaciones de fichajes y los Excels sencillamente no existen. 

Y del mismo modo que en esta vida no hemos visto llover hacia arriba, ni tampoco hemos contemplado el espectáculo de las vacas voladoras, no imaginamos un mundo donde un Messi con la capacidad motriz suficiente para aguantarse derecho no sea el 10 de nuestro equipo. Que nosotros recordemos, el Evangelio no preveía la muerte del protagonista a los nueve años en un desafortunado accidente con un carro infanticida en un camino de Nazaret. No, no; no sabemos bien como iba, pero el protagonista culminaba su destino, que no eran unas ruedas de madera en el cráneo. Porque no sabemos de Excels, ni de límites salariales, ni de amortizaciones, ni tampoco estamos demasiado versados en el Nuevo Testamento, pero sí que sabemos que el Barça quiere que Messi siga, que la Liga necesita al jugador y que Messi quiere firmar un último y vibrante capítulo de su bíblica e insuperable historia en el Camp Nou.

Y un verano más, la incredulidad es la última frontera de resistencia y el único homenaje posible al jugador de nuestra vida.

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