Cambio de era en las series: viva el empate

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Una escena de la segunda temporada de Ted Lasso.

Esta semana hemos despedido a Mira y Jonathan en la brillante revisión del clásico de Bergman Secretos de un matrimonio: pocas series recogen tan bien la intimidad de una pareja. Y qué química entre Oscar Isaac y Jessica Chastain. El final es agridulce y acaba funcionando como un canto al amor imperfecto. Reflexionando, me vinieron a la cabeza unas cuantas series de la última hornada que, sin tener nada que ver aparentemente las unas con las otras, coinciden en llegar a la conclusión de que el empate es una salida honorable. Y quizás la mejor posible.

El ejemplo más evidente de ello es Ted Lasso, en AppleTV. Esta dramedia sobre un improbable entrenador de fútbol de un equipo modesto se sustenta en la capacidad del protagonista de mantener un optimismo constructivo a prueba de bombas, incluso cuando vienen muy mal dadas. En un momento de la segunda temporada, los jugadores llevan una serie de empates consecutivos que parece inacabable hasta que llega... una derrota. En el vestuario, sin embargo, reina una alegría casi de borrachera: ¡por fin han podido romper la racha! En la misma plataforma, The morning show explora los caminos más delicados alrededor del Me Too. ¿Una celebridad tiene derecho a redimirse? ¿Puede haber una relación amorosa libre entre dos personas que están en escalones diferentes del escalafón? En algunos momentos roza una equidistancia inquietante, pero hay que agradecer a la serie la voluntad de encontrar los grises y sugerir cosas impopulares en un mundo polarizado, como por ejemplo que no todas las conductas inapropiadas tienen la misma gravedad (y por lo tanto merecen el mismo castigo social).

Los hay que hablan del fin de la era del cinismo. Y, ciertamente, las comedias autoreferenciales y ácidas se están tiñiendo de notas más personales. Solo hay que ver la evolución del Ricky Gervais de The office al de la mucho más sentimental y directa After life. O Jon Stewart, que tiene nuevo programa, y es más conciliador que cuando encabezaba el combativo The daily show.

Este cambio de registro podría tener un trasfondo cultural si se trata de una reacción, más o menos consciente, a la histeria polarizadora que ha asolado el planeta en la última década. En la resaca del trumpismo, los creadores y la industria muestran unas ciertas ganas de recoser el país, de mostrar terrenos de coincidencia entre opuestos. Y añado una hipótesis que es solo una intuición: las mujeres creadoras de series van ganando terreno, y esto favorece que las tramas estén menos basadas en la competición, a favor de las que exploran las soluciones compartidas y los matices. Es una simplificación a partir del cliché con todos los contraejemplos que queramos encontrar pero que seguro que tiene un peso específico también dentro del ánimo colectivo, saturado de testosterona.

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