El análisis de Antoni Bassas: "Una firma por España"

La república de 2017 fue un sueño, pero el proyecto independentista no duerme. Los indultos no harán desaparecer al independentismo. El independentismo tuvo que despertar de su sueño de realización inmediata. Ahora España tiene que despertar del suyo. La concordia solo será posible con el reconocimiento del otro tal como es, a través de un referéndum

3 min

Ya está, el PP ya ha empezado a recoger firmas contra los indultos. Y, como ven, lo hace con una exhibición de merchandising que de tan simbólico que quiere ser parece el attrezzo de un gag del Polònia. Fíjense: a las botellas que contienen gel hidroalcohólico les han tapado la etiqueta de la marca con una robusta bandera rojigualda. Y de un humilde cuenco, el votante podrá llevarse una pulserita con los colores de la enseña nacional española. Este despliegue queda explicado con los plafones traseros: “Por la igualdad de los españoles, por la Constitución, por la justicia y por España”.

La derecha nacionalista española ha convertido los indultos en su nuevo Dos de Mayo: la patria está en peligro. El presidente español vende la soberanía a cambio de los votos de los independentistas, o sea de los enemigos de España, para seguir gobernando. Traición. Este es el tono, y si no les gusta, tápense los oídos porque hay para días, concretamente para once días, que son los que faltan hasta la manifestación de la plaza Colón contra los indultos, contra Sánchez y a favor de España, que para la derecha es todo lo mismo, porque como explica hoy el filósofo Ferran Sáez Mateu, estos recogedores de firmas están construyendo una identidad en negativo. Hay que buscar un enemigo que pueda ser compartido y unir a la gente alrededor del sentimiento. La derecha de la Segunda República ya lo hizo contra el Estatut de Núria de 1932, Franco lo hizo con Gibraltar, y el PP lo hizo con el Estatut de 2006 y ahora con los indultos. Hubo un elemento a la contra que cohesionó a los españoles, también a los catalanes, que fue el terrorismo de ETA; pero ETA hoy ya no existe, y como dice Sáez, “como cuesta hacer creer que ETA pone un coche bomba cada día, siempre tienes a mano a los catalanes”.

Con todo, no podemos liquidar el análisis con un “esto es la catalanofobia de toda la vida”. Lo es, sí, un político español dice Catalunya en un discurso y el público salta electrizado de las sillas. Por eso, el discurso de la concordia suena bien, pero no llegará mañana y menos ahora, porque las cosas han llegado al punto de que España ha recibido un mensaje que la horroriza: media Catalunya quiere ser independiente, y más de media Catalunya querría votar la pertenencia en España. Y esto ha movilizado al Estado del rey en abajo y los sentimientos más profundos de mucha gente (sobre todo porque se lo han explicado como un cuento de terror).

Por eso digo que si afinamos el oído oiremos alguna cosa más que la catalanofobia y el nacionalismo chapucero de Rosa Díez, convocante de la manifestación del día 13. Oiremos el miedo de que los indultos dividan también a la sociedad española. Que rompan la concordia en España. Fíjense que aquellos que los ven bien para salir del pozo no los defienden con entusiasmo y dicen que son temerarios e injustos. Temerarios porque la banda independentista no renuncia a sus objetivos e injustos porque los indultados no se arrepienten del 1 de Octubre.

Y este es el nudo de la cuestión. En octubre de 2017 la sociedad española vivió una experiencia desconocida: interiorizó por primera vez que Catalunya se podía independizar. Y por eso elevaron al rey a la categoría de salvador de la unidad y conjuraron el susto con banderas en los balcones. Y por eso el PSOE se sumó al 155 y consideró el cierre de TV3. Y como después, en la sentencia del Procés, el juez Marchena quiso poner el punto final al Procés diciendo que la independencia había sido una “ensoñación”, ahora no pueden aceptar que los indultos reaviven las llamas independentistas.

Ahora se habla de volver a la normalidad. Pero ¿qué es la normalidad? ¿Un Estatut que no votamos? ¿Tener presos, exiliados y represaliados? La normalidad es que el independentismo sigue gobernando Catalunya. Es tan vigoroso políticamente que, a pesar de la represión y las divisiones internas, gobierna y tiene mayoría en el Parlament. La república de 2017 fue un sueño, pero el proyecto independentista no duerme. Los indultos no harán desaparecer al independentismo. El independentismo tuvo que despertar de su sueño de realización inmediata. Ahora España tiene que despertar del suyo. La concordia solo será posible con el reconocimiento del otro tal como es, a través de un referéndum. Si no, la falta de diálogo volverá a invitar a la unilateralidad, porque un proyecto político siempre busca convertirse en realidad; si no, solo es una zanahoria.

Nuestro reconocimiento para los que trabajan en primera línea del covid-19, un recuerdo para los que sufren, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

stats