Barça

El Barça salva los muebles en un partido para olvidar (0-1)

El gol de Frenkie de Jong en los últimos minutos evita un nuevo tropiezo de un equipo poco brillante

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Ez Abde, en acción contra la Alabès

BarcelonaDespués de unos años en la cima del mundo, el Barça vuelve a las raíces. A esa época donde los barcelonistas se preguntaban muchas veces por qué aguantaban fieles durante dos horas de tortura. Los años de decir “este año sí” al inicio de la temporada, pues daba miedo pensar que sería otro año sin ganar la liga. Sin ritmo ni alegría, el Barça de Xavi jugó con fuego en Vitoria, consiguiendo llevarse los tres puntos del campo del Alavés con un gol salvador de Frenkie de Jong justo al final. El neerlandés ni lo celebró, consciente de que no había tenido el día, de nuevo. Ni él, ni un equipo que se quitó un peso de encima. Cosas del fútbol, el triunfo acerca al equipo a la zona de la Champions. Pero con unas malas sensaciones.

Hay que agradecer al Barça que después de animar con un buen partido contra el Real Madrid en la Supercopa, acto seguido haya sufrido un ataque de realismo para dejar claro a todo el mundo que soñar con ganar títulos era hacerse trampas en el solitario. Este año toca plantar semillas pensando en el futuro, priorizando entrar en la Champions, como sea. Lo demás es hacer volar palomas. Sí, el Barça todavía no ha salido del desierto. Ni la magia de Pedri sirve. En una noche fría, tanto por la temperatura como por el juego, lo mejor fue el resultado, en una jugada donde pudo reforzar su autoestima Jordi Alba, con un pase como los que solía hacer antes, cuando Messi estaba en el Barça.

Fue lo mejor del partido, junto al resultado. Si el partido de Copa ante el Athletic hirió el orgullo azulgrana, aquel de Vitoria dañaba la vista. Algunos partidos son tan bonitos que parecen un espectáculo de Broadway, justificando el precio de la entrada mientras en el escenario pasa de todo. No fue el caso. El partido de Vitoria fue como mirar durante una hora una pared blanca, como masticar la suela de un zapato. No ayudó el rival, muy defensivo. No hace tanto los equipos de José Luis Mendilibar solían salir al ataque contra el Barça, sin temor a recibir unas goleadas que efectivamente, solían llegar. Pero el veterano técnico vasco finalmente bajó del burro y pidió a sus jugadores limitarse a defender, más allá de alguna contra de Pere Pons o Joselu. El Alavés estaba contento si pasaban pocas cosas. Y el Barça no sabía qué hacer, para hacer magia. Sin ideas, sin juego, sin liderazgo. Un equipo plano, incapaz de morder, de imponer su ritmo durante un primer tiempo donde solo se salvó Pedri.

Xavi había dejado a Dani Alves en el banquillo, sacando del ostracismo a un Sergiño Dest bien gris. Pero su Barça ni dominaba el control del partido con el centro del campo de Pedri, Frenkie de Jong y Busquets, ni sabía hacer daño con la velocidad de Ferran Torres y Abde en las bandas. Contra un rival cerrado, Abde y Ferran encaraban poco. Contra un muro, la pelota se movía lenta. Y el Barça se hartó de perderla, como si sus jugadores no pasaran horas haciendo rondos, en los entrenamientos. Era un Barça irreconocible. Algo mejoró en la segunda parte, sin embargo. Xavi no hizo cambios en el descanso, para dejar claro a los titulares que debían ser ellos, los encargados de sacar las castañas del fuego. No sería hasta el minuto 65 cuando Luuk de Jong tendría dos ocasiones claras, pero fue agua de borrajas. Aparte del juego, pobre, al Barça también le falló por momentos la actitud. Y eso que Xavi había dicho después de la derrota en la Copa que había que ser más agresivo. Los jugadores no aprendieron la lección, al parecer. Ni los veteranos, que siguen juzgados con lupa, como Busquets y Alba. Ni los jóvenes.

Xavi solo hizo un cambio antes del minuto 85, haciendo entrar a Nico por un Abde muy impreciso. Con el gallego en el césped, el Barça controló más el balón. Se acercó un poco a la portería de Fernando Pacheco, pero se quedaba fuera del área, sin atreverse a entrar, como un joven pretendiente que no quiere llamar a la puerta de su amada, sufriendo por si se encuentra con su padre. No sería hasta el minuto 87 cuando un pase de Alba a la espalda de la defensa vasca la transformó Ferran Torres en la asistencia a un Frenkie de Jong que había ido arriba y abajo, sin demasiado rumbo, durante el partido. Un gol de oro, que evitaba encadenar cuatro partidos sin ganar.

Un gol que permite seguir subiendo a la clasificación, pero que obligará a hacer autocrítica. A la espera del buen juego, el Barça vive al día, en el límite, partido a partido. Haciendo que sus aficiones lleguen al día de partido sin poder saber qué se van a encontrar. Unos días enamora. Otros, convierte los partidos en un acto de fe.

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