Con las botas puestas

Sabía que si dirigía él la abstención a favor de Rajoy sus oponentes usarían dicha conducta para estrechar el nudo de la horca más tarde, pasada la investidura

Ernesto Ekaizer
3 min
Pedro Sánchez a la Corunya / EFE

Ayer por la mañana, en la madrileña calle de Ferraz una señora que portaba un cartel de defensa de Pedro Sánchez me dijo: “Su declaración de anoche [por el viernes] me ha sabido a despedida. Por eso he venido hoy aquí”. Habida cuenta de el Comité Federal no contemplaba en su orden del día debate alguno sobre la situación política, Sánchez intentó el viernes por la noche insistir en que el fondo del enfrentamiento dentro del PSOE era este: facilitar o no la presidencia de Mariano Rajoy.

Pero su declaración carecía de fuerza y de convicción. José Borrell habló con Sánchez y le sugirió un cambio de enfoque. Como el comité federal extraordinario no podía resolver más que la convocatoria de primarias y congreso federal, ¿por qué no retrotraer la situación al lunes 26 readmitiendo a los 17 dimisionarios de la comisión ejecutiva federal? De este modo, si se volvía a la situación anterior, se convocaba un nuevo comité federal ordinario esta próxima semana debatir el tema de la abstención.

Sánchez consideró que era una buena idea. Y, en efecto, ayer al ver que la reunión terminaría como el rosario de la aurora, pidió la palabra. E hizo la propuesta. Javier Lambán, presidente del gobierno de Aragón, salió al quite sin piedad. D¡jo que no se tomara en consideración. Sánchez ya no era secretario general y no había ejecutiva federal que valga. La presidenta de la mesa del comité federal, Verónica Pérez, que se autoproclamó en la semana la “única autoridad” del PSOE, despreció la oferta.

Esta idea desconocía la realidad. Las huestes de Susana Díaz iban a degüello. Uno de los barones, el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández-Vara, no pudo escribirlo en su blog más claro: primero cambiar a Sánchez, después evitar elecciones absteniéndose y por último reconstruir el partido para elecciones en dos años.

La conspiración para cortar la cabeza de Sánchez podía llamarse El Bogotazo – nada que ver con las violentas protestas en la capital de Colombia el 9 de abril de 1948, tras el asesinato del dirigente político liberal Jorge Eliécer Gaitán- si Felipe González hubiera pasado por la capital en lugar de aterrizar en Cartagena de Indias para asistir a firma del tratado de paz entre el gobierno de Santos y la guerrilla de la FARC.

Mientras José Bono y Alfredo Pérez Rubalcaba viajaron a Bogotá, en las últimas dos semanas, González, como se ha apuntado, estuvo en Cartagena de Indias. Si se revisaran sus teléfonos móviles se podrían ver los mensajes intercambiados con Madrid, y de allí saldría el puzzle.

Susana Díaz y los suyos estuvieron a punto de romper el comité federal ayer cuando Sánchez, tras acordarse la votación del único punto del orden del día –primarias y congreso-, impuso su mayoría en la mesa del comité federal para que la votación se hiciera en urna. El voto secreto era clave. Porque los miembros del comité federal son funcionarios con cargos y dependen de los barones para figurar en las listas.

Cuando empezó la votación, Díaz y los suyos comenzaron a recolectar 50 firmas para presentar una moción de censura contra la ejecutiva. La mayoría de dos a uno en la mesa frenó la moción. Pero Sánchez aflojó en la votación secreta. Y perdió la partida. Los trece votos de diferencia a favor de Susana Díaz, ¿podían en una votación secreta cambiar de signo? No es un número muy grande. Podían ir a Sánchez. Susana Díaz sabe de estas cosas porque su carrera es la organización.

Una nueva gestora bajo la presidencia de Javier Fernández, el candidato de Díaz, conducirá la nave del PSOE hacia la abstención. Subirán el tono contra el PP y le plantearán cinco condiciones (aumento del salario mínimo, derogación de la ley mordaza y de la LOMCE, cambio de la reforma laboral y dotación de la ley de dependencia) a lo Albert Rivera. Y Fernández preparará la alfombra roja para que Susana Díaz sea la próxima secretaria general y candidata del PSOE de aquí a dos años, el tiempo que le dan a Rajoy en La Moncloa.

Pedro Sánchez perdió porque, en lo esencial, no tenía más programa que acudir a nuevas elecciones el 18 de diciembre para rentabilizar su 'no es no' a Rajoy. Porque su alternativa de gobierno era una bala de fogueo.

Su elección ha sido muy clara. Sabía que si dirigía él la abstención a favor de Rajoy sus oponentes usarían dicha conducta para estrechar el nudo de la horca más tarde, pasada la investidura. Así ha muerto con la botas puestas.

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