Debilidades de Catalunya

En tres de los doce apartados del IPS, Catalunya está muy por debajo de la media de regiones europeas

Albert Carreras
3 min
Fotografia d'arxiu de l'Institut Les Cinc Sénies de Mataró

de la misma manera que hemos podido dibujar un conjunto de fortalezas de Catalunya poniendo en contexto europeo las más de cincuenta variables del índice de progreso social (IPS), podemos hacer lo mismo con las debilidades. De los doce apartados considerados por el IPS, en tres Catalunya está muy por debajo de la media de las regiones europeas (entre un quince y un diecisiete por ciento), cosa que quiere decir que está entre un 28 y un 31 por ciento por debajo de lo que le correspondería por PIB per cápita. En los tres casos la mala clasificación es netamente peor a la de cualquier otro apartado. Son, claramente, debilidades de Catalunya. No osaría afirmar que son las debilidades de Catalunya. Solo afirmo que son debilidades de Catalunya.

¿Cuáles son? La peor clasificación corresponde al llamado “acceso al conocimiento básico”. Recoge indicadores del grado de escolarización de la población de 14 a 18 años, de abandono escolar prematuro y de proporción de la población de 25 a 64 años que solo tiene el primer ciclo de secundaria. Los tres dibujan el éxito o fracaso de la escolarización de la población adolescente, presente o pasada. Ya no preguntan por la educación primaria, que la deben de dar como lograda en todas partes. Apuntan a los factores de diferenciación. Y resulta que el fracaso de la ESO y la FP son característicos de Catalunya. También lo son de otras comunidades autónomas (CA) españolas, pero Catalunya tampoco queda bien comparada con ellas. ¿A qué se debe de este mal posicionamiento? ¿Podemos decir que es falta de recursos? Sin duda, pero es una respuesta incompleta. Tampoco hay suficientes recursos para la sanidad y, en cambio, los resultados obtenidos son buenos. Para una respuesta completa hay que añadir que tenemos un auténtico problema de diseño de los estudios, de gestión de los centros educativos y de poca complicidad de las familias, todo para el tramo de edad de 12 a 18 años. Es un mal resultado en el ejercicio de las competencias propias de la Generalitat. Inspirados en los buenos resultados de salud, podemos sospechar que en la educación para los adolescentes debe de fallar la demanda social: las familias, la ciudadanía en general, se quejan poco. No se prioriza esta carencia. Soportamos el fracaso escolar. En cambio, no soportamos la mala asistencia sanitaria.

El otro apartado con resultados muy inferiores a la media europea es el de “libertad y elección personal”, que mezcla varios elementos. Hay tres que están vinculados al mercado de trabajo: se encuesta sobre si se cree que hay oportunidades de trabajo donde se vive, la proporción de gente de 20 a 64 años que tiene trabajos temporales o a tiempo parcial cuando querría tenerlos indefinidos o a tiempo completo, y el porcentaje de jóvenes que ni trabajan, ni estudian ni se forman profesionalmente. He aquí elementos que dependen exclusivamente o principalmente de políticas que son competencia de la administración central. Pero los nini están a medio camino de los pocos incentivos para trabajar –competencia estatal– y de los pocos incentivos para seguirse formando –competencia autonómica–. En todo caso, el fracaso al dar trabajo y al dar formación profesional son dos grandes carencias colectivas que se tienen que mejorar mucho.

Bajo el mismo letrero de “libertad y elección personal” hay una variable medida por encuesta –si se se siente satisfecho por la libertad de elección personal de la que dispone en la vida– y otra de percepción del nivel de corrupción medida por un índice de corrupción de las instituciones. Los resultados de encuesta o percepción son de mal interpretar respecto a la asignación de responsabilidades, pero dibujan, claramente, una ciudadanía enfadada con las oportunidades que le da la vida y con los políticos y/o las administraciones.

El tercer apartado con unos resultados muy inferiores a la media es el de “calidad ambiental”. Está medido por cuatro indicadores diferentes de calidad del aire (NO, ozono, PM2,5 y PM10). La contaminación del aire es competencia de diferentes administraciones: las municipales, las autonómicas y las estatales. Parece que la más combativa –la que se siente más interpelada y la que es más proactiva– es la municipal. En cualquier caso, como también pasa con la formación de los adolescentes, no podemos negar que falta demanda social: somos tolerantes con la contaminación del aire. Podríamos ser exigentes, pero solo lo es una minoría de la población. Con los incentivos europeos concretados en el programa de Next Generation EU tendríamos que mejorar las políticas de sostenibilidad medioambiental y las de resiliencia económica, muy vinculadas a la formación orientada al trabajo.

Una adolescencia mal preparada, un mercado de trabajo que no tira, una ciudadanía enfadada y un aire que enferma son debilidades de Catalunya. Cada una depende de administraciones diferentes, y algunas dependen de todas. Pero los cuatro malos resultados coinciden con que las exigencias de mejora por parte de la sociedad son insuficientes y que no se pasan cuentas por los fracasos en estos aspectos.

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