El dilema de Esquerra

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El dilema de Esquerra

Excepto para el personal, admirable, que está en primera línea de defensa, contra la pandemia o contra los incendios, el mes de agosto será de descanso. También para la política. En septiembre todo se retomará. En particular, se volverá a reunir la mesa de diálogo entre los gobiernos español y catalán. La mesa es importante porque constituye un reconocimiento de que hay un conflicto político bilateral y que se quiere abordar de una manera civilizada. Y es por eso que no nos podemos permitir que fracase. Creo que no tiene por qué fracasar. En principio, en estos tipos de negociaciones de alto nivel lo quebradizo y la frustración extrema siempre se pueden evitar: si conviene se pueden alargar plazos, espaciar las reuniones, trabajar en comisiones técnicas, etc. La idea es dar tiempo al tiempo, hablar también por otras vías y, cuando ya todo haya madurado, todavía tendremos a disposición el marco preservado de la mesa para firmar un acuerdo con toda la solemnidad que queramos.

Ahora bien, en nuestro caso tenemos un problema: se ha puesto un plazo de dos años (¿a partir de qué fecha?) para llegar a un acuerdo. Es evidente, sin embargo, y creo que todo el mundo lo sabe, que no habrá un acuerdo antes de dos años. El periodo es demasiado corto y las posiciones de partida de los dos lados -comprensible dadas las realidades políticas del momento- están muy alejadas. Una dice que solo discutirá la amnistía y la autodeterminación y la otra dice que de esto no lo hablará nunca. En dos años no se convergerá.

Para complicarlo más tenemos un Govern de coalición entre dos partidos que delante del callejón sin salida del plazo imposible se encuentran en una posición muy diferente, lo que influirá inevitablemente sobre sus talantes tácticos. ERC tiene un problema serio porque el fracaso de un proceso negociador que es iniciativa suya le haría daño. En cambio, Junts no resultaría penalizado, porque el fracaso es precisamente lo que no ha parado de anunciar. No creen en ello, y aciertan cuando sostienen que no habrá un acuerdo en dos años. La carencia de acuerdo no les hará perder el sueño, ni los votos.

¿Cómo se ha encontrado ERC en esta posición? ¿Y cómo puede salir de ella?

Para llegar a constituir un gobierno, ERC tuvo que pactar con la CUP y con Junts. El plazo de los dos años responde a este pacto. Fue un compromiso que sirvió a su propósito, formar gobierno, y por lo tanto no me atrevo a calificarlo de error. Pero es un compromiso que ERC tendrá que redefinir, posiblemente renegociar, porque simplemente no puede renunciar a la mesa de diálogo dentro de dos años. Mantener el compromiso en su literalidad sería letal para sus intereses. Solo hay que imaginar las contorsiones a las que se vería obligada a medida que la fecha fatídica se fuera acercando. Sería una estrategia perdedora e inductora de una entrega en toda regla de su espacio político a Junts y a la CUP. Junts y la CUP lo saben suficientemente bien.

Preguntémonos: ¿dispone ERC de una estrategia mejor? Quizás sí, pero no depende solo de ella. De hecho, el diálogo con el gobierno español, en los próximos dos años, se materializará por cuatro vías diferentes: la mesa de diálogo, la Comisión Bilateral de Traspasos (que se reúne mañana), los acuerdos que se establezcan en el Parlamento español y la interacción permanente de las estructuras de los dos gobiernos en el día a día de la política. La falta de progreso en la mesa de diálogo no tendrá el mismo impacto negativo en la opinión pública catalana y en los electores si es una manifestación de una carencia de progreso generalizado en las cuatro vías que si viene acompañada de un progreso importante en las otras tres. Ahora bien, este progreso en las vías complementarias a las de la mesa implica esencialmente otro actor: el PSOE. A mí me parece que al PSOE le tendría que convenir dar juego a quien se sitúa en un terreno ideológico similar en el eje económico-social y, a la vez, arriesga mucho a causa del diálogo y la distensión. Añado que, al margen de si le interesa o no ayudar a su socio potencial, el PSOE tiene que entender que avanzar en las tres vías complementarias de negociación es una precondición para crear el clima que pueda llegar a hacer posible, en algún momento del futuro, un acuerdo político con garantías de apoyo amplio cuando fuera sometido a un voto en Catalunya. Enfatizo que este es el objetivo final, lo que la mesa de diálogo tiene que lograr. El mensaje de este artículo no es que nunca habrá acuerdo sino algo más simple: que no lo habrá en los próximos dos años y que, por lo tanto y por su propio interés, ni ERC podrá hacer política como si no lo supiera ni el PSOE tendría que ignorar el dilema de ERC.

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