Un Govern fuerte para afrontar la reconstrucción

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01. El candidato de ERC, Pere Aragonès, y Oriol Junqueras. 02. El aspirante del PSC, Salvador Illa. 03. Laura Borràs, de Juntos.

Una vez repartidas las cartas del 14-F, y constatado que la opción más viable es un Govern apoyado en la mayoría independentista de 74 diputados, es hora de empezar a trabajar para que sea una realidad en el mínimo tiempo posible. Afortunadamente, parece que los tres partidos implicados, ERC, Junts y la CUP, coinciden en el diagnóstico y aspiran a una negociación rápida que permita investir a Pere Aragonès como 132º President de la Generalitat. Es cierto que el socialista Salvador Illa está reivindicando su condición de partido más votado para optar a la investidura, pero el nuevo presidente o presidenta del Parlament difícilmente le encargará que se presente si hay otro candidato con más apoyos. Se tiene que entender esta insistencia más como parte de una estrategia para fijar en el imaginario colectivo que el PSC es el ganador de las elecciones (cosa que hace tres años Inés Arrimadas no supo explotar) que como un intento real de aspirar a la presidencia.

Así pues, el foco las próximas semanas estará situado en estas negociaciones a tres bandas entre Esquerra, Junts y la CUP (los comunes no parecen muy interesados en sumarse), que de entrada parecen haber entendido que la posibilidad de un bloqueo o una repetición electoral no es una opción. El país no está en condiciones de aguantar más tiempo sin un Govern fuerte que afronte con diligencia tanto la gestión de la pandemia (que ya parece estar encarrilada) como, sobre todo, la reconstrucción de la economía con los fondos europeos. Guste o no, la prioridad del próximo Govern tiene que ser tanto evitar que la pandemia provoque una catástrofe social como poner las bases del modelo productivo del futuro, y en esto no nos podemos despistar.

Por eso el nuevo Govern tiene que pactar unas nuevas bases, un programa compartido con una orientación económica definida que permita poner velocidad de crucero desde el primer día y que evite vacilaciones, polémicas estériles y las batallitas sobre pequeñeces que han marcado la legislatura anterior. El Govern tiene que tener pericia política pero también técnica, porque Catalunya tendrá que competir por estos fondos basándose en proyectos interesantes, pero también tendrá que saber aprovechar su peso en el Congreso de Diputados para extraer réditos como hace el PNV (y también Bildu) con Euskadi. Como defienden ERC y la CUP, ahora no es momento para DUI simbólicas sino de trabajar por el progreso del país con las herramientas disponibles.

La pandemia, sin embargo, no puede ocultar la existencia de un conflicto político que también se tiene que gestionar. Pere Aragonès tendrá que liderar la negociación con el gobierno español y avanzar por la liberación de los presos y el regreso de los exiliados. El fin de la represión tiene que servir para poner el contador a cero, mejorar el clima y afrontar de una vez el conflicto político alrededor del derecho a decidir y la unidad del Estado. Pero teniendo en cuenta que el proyecto independentista no logrará el éxito hasta que demuestre por la vía de los hechos que es capaz de mejorar la vida de la gente, que el hecho de tener un objetivo ambicioso a largo plazo no le lleva a ignorar el presente. Que además de ser un proyecto justo e ilusionador, es útil, en definitiva.

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