El muro y la brecha

Hay muros que no paran de crecer y una brecha que nos separa

Natza Farré
3 min
Unes 400 persones de diferents col·lectius, associacions i entitats es van manifestar a Ceuta el 8 de febrer passat en una marxa per recordar als 15 immigrants subsaharians que van morir el 6 de febrer de 2014 a la frontera de Ceuta quan pretenien entrar a Espanya des del Marroc.

Las fronteras se defienden con contundencia. Por eso la discusión sobre la existencia de fronteras muy a menudo se acaba tan rápido como una tableta de chocolate. La diferencia es que el chocolate desaparece y las fronteras no. Son ciudadanos del mundo los que pueden. El resto, y es mucho mundo, no son ni ciudadanos. Personas, todas. Las buenas y las malas.

El Gobierno anuncia que las vallas de Ceuta y Melilla serán un 30% más altas, esto quiere decir que llegarán a los 10 metros. También dice que se cambiarán las concertinas "por elementos que doten a la frontera de más seguridad". Como la política es tan pérfida y el lenguaje tan versátil, lo ponemos todo en el saco de la seguridad y nos aseguramos de que la población lo asimile. La seguridad es un producto que siempre tiene salida. En cualquier época del año. La seguridad que nos dan los muros. Los muros que se levantan como única solución a las desigualdades. Buscar otras opciones es trabajo de la solidaridad, que sólo palía el daño que ya está hecho, la pobre. Los muros nos devuelven la pelota porque los que ponen los muros no miran fuera. ¿Quién quiere ver, realmente?

España fue condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2017 por las llamadas "devoluciones en caliente". Pero hace justamente una semana el TEDH cambiaba de criterio y daba la razón a España. Al ministro del Interior Grande-Marlaska le gusta puntualizar: "No es una expulsión sino una prevención de entrada", lo cual, sin que tenga nada que ver, me hace pensar en los "precursores de explosivos". O quizá sí tiene que ver. El caso es que esta sentencia inapelable invita a preguntarse si al final quedará alguna institución válida para defender los derechos humanos. Si se trabajará en algún momento para revertir eficazmente el camino que deben hacer tantas personas para sobrevivir. O si los muros serán cada vez más altos y acabarán cayendo encima de todos nuestros jefes nacionales.

En Cataluña el consejero de Trabajo, Chakir El Homrani, habla de los datos del 2017 que evidencian que las mujeres también tenemos un muro delante. Cosa que recordamos cada día, pesadas como somos. La brecha salarial se sitúa en un 23%. Las mujeres cobran 6.500 euros brutos anuales menos que los hombres. Es "inaceptable, inadecuado e ilógico", dice el consejero. Es esencialmente injusto. Pero nos quejamos por vicio. Entre los sueldos más bajos, la brecha aumenta, y cuando nos hacemos mayores, también. De hecho, según estos datos, el aumento de sueldos a las mujeres se detiene a los 45 mientras que el de los hombres se alarga hasta los 55. Ni siquiera en esto nos sale a cuenta envejecer. Y no pongo la lista de males físicos para no terminar de deprimirnos del todo. Se acerca el 8 de marzo y toca hablar de nosotras. De la discriminación que sufrimos. De las medidas que se supone que tomarán para eliminarla. Pero hay sindicatos que consideran que no hay que hacer huelga y algunos aún se lo están pensando. Cae en domingo. Ya nos dan fiesta. Lo deben mirar todo desde un muro de más de 10 metros y es difícil ver claro a esta distancia. Las mujeres, en cambio, que nunca llegamos al techo, no tenemos que ver nada porque ya lo vivimos. Lo confirman los datos, pero ni así. Es más fácil que se nos cuestione permanentemente. Es más fácil mantener el día mundial que trabajar para que desaparezca.

Hay muros que no paran de crecer y una brecha que nos separa. No estamos peor que nunca, pero estamos tardando tanto en reaccionar que podemos estar peor que hoy. Angela Davis dice: "No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar. Estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar ". Tenemos mucho trabajo desde hace siglos.

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