El PP de Feijóo y Vox

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Juan García-Gallardo (Vox) y Alfonso Fernández Mañueco (PP) saludándose efusivamente  a las Cortes de Castilla y León

Después de haberlo negado en infinidad de ocasiones, finalmente el PP ha abierto del todo la puerta de las instituciones a la extrema derecha de Vox. Lo ha hecho, además, de manera vergonzosa, puesto que hasta este jueves por la mañana mantenían que su objetivo era gobernar en solitario en Castilla y León. Y este mismo miércoles el nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, pedía públicamente la abstención del PSOE para evitar tener que depender de Vox. Ni 24 horas después, sin embargo, el popular Alfonso Fernández Mañueco cedía en todas las pretensiones de Vox y les ha dado todo lo que querían: la presidencia de las Cortes, la vicepresidencia del gobierno y tres consejerías.

Resulta paradójica que la primera gran decisión del partido en la era Feijóo, porque a nadie se le escapa que la decisión cuenta con su aval, haya sido esta, que demuestra que el líder gallego no pretende hacer ningún cambio de profundidad en el partido, sino simplemente seguir con la inercia que llevan desde hace tres años. Desde un principio, el PP minimizó los peligros de la ideología de Vox y los homologó como socios; eso sí, desde fuera de los gobiernos. Pero era evidente que llegaría un momento en que Vox no tendría suficiente con esto. Y este momento ha llegado. 

Feijóo podría haber marcado una línea roja en esta cuestión, pero renunciando muestra cuál es su verdadera naturaleza: unas formas diferentes para un fondo muy similar al anterior. Visto desde hoy, se recuerda con estupefacción aquel Pablo Casado que rompió con Vox durante la moción de censura que presentó Santiago Abascal el otoño de 2020.

El gran argumento del PP es que Vox es equiparable a los socios del PSOE, como Unidas Podemos, ERC o EH Bildu, pero esto es una falacia. Estos partidos pueden estar en contra de la forma de estado, pretender la independencia de un territorio o implantar cambios profundos en el sistema económico, pero en ningún caso representan un peligro para los derechos civiles, son xenófobos, niegan que las mujeres necesiten leyes que las protejan o son nostálgicos de la dictadura. No es comparable ni mucho menos, y para comprobarlo solo hay que ver la reacción del presidente de los populares europeos, Donald Tusk, que ha lamentado el acuerdo y lo ha recibido como una "triste sorpresa".

El PSOE, sin embargo, habría podido hacer más para evitar el pacto y da la impresión que de alguna manera ya le va bien para sus intereses electorales. Porque si de verdad considerara una tragedia la entrada de Vox al gobierno de Castilla y León lo tenía muy fácil: podría haber ofrecido una abstención a Mañueco a cambio de nada. La propuesta de ofrecerle ahora al PP un cordón sanitario en toda España llega tarde y está hecha para ser rechazada. Una vez más, la extrema derecha aprovecha la falta de escrúpulos de unos y el tacticismo de otros para ganar terreno y poner en práctica sus políticas. Porque el PP tiene que tener claro que Vox no tendrá suficiente con las sillas ni se moderará con el ejercicio del poder, como ahora piensan, sino que su objetivo es sustituirlos y aplicar un programa de máximos. Pero ellos creen que pueden cabalgar el tigre.

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