El proceso de desguace mediático del rey Juan Carlos

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El rey Joan Carles I, con el rey Felip VI, en una imagen reciente

Los cuarenta años del 23-F apenas han servido para sacar un poco de polvo a la perjudicada efigie del rey emérito. Actualmente, Juan Carlos es un monarca fugado, que esconde su fortuna personal –por lo tanto, priva sus súbditos de recursos que legítimamente los corresponden– y con una vida personal marcada por el fingimiento y la hipocresía... Los diarios que han ayudado a construir los consensos (corrijo: los precarios equilibrios) de los últimos cuarenta años intentan ahora capear esta última etapa errática. Después de una nueva regularización con Hacienda (¿cuántas quedan?), El País titulaba: “Sánchez: 'Siento rechazo por estas conductas incívicas'”. Incivismo es tirar la colilla del cigarrillo en el suelo o escuchar música a todo trapo en el metro. Deber de cuatro millones de euros al fisco diría que, en terminología estrictamente administrativa, tiene otro nombre y consideración. Pero no deja de ser un titular punitivo contra el emérito, aunque no figure ni el nombre ni el pecado. La Razón sube los grados y ya no habla de incivismo: “Juan Carlos fía su futuro a la prescripción de los delitos”. Cuando la puerta que te dejan los diarios afines es el de la prescripción de los delitos, tu lugar en la posteridad estará manchado forzosamente por la deshonra. También la monárquica La Vanguardia abre portada con un titular que no deja muy bien a Juan Carlos: “El rey emérito pidió ayuda a decenas de amigos para pagar a Hacienda ”. No es la imagen más edificante. ¿Todo este dinero ha cambiado de manos solo en nombre de la fraternidad amistosa? ¿Le han hecho un Bizum al exjefe de estado tan solo movidos por la conmiseración con el más gafe de la pandilla?

A medida que suceden portadas y revelaciones, incluso los diarios decididos a salvar la institución parecen asumir que el rey emérito cada vez es más un rey sin méritos.

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