El triste papel

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El papelito que han firmado los partidos independentistas comprometiéndose a no pactar gobierno con Salvador Illa es la culminación de una triste campaña. ¿Tan inseguros están de sí mismos que temen que la ciudadanía no se crea su palabra? ¿Tan poco respeto tienen por su función que no les da vergüenza un gesto tan oportunista y tan poco institucional?

Ha sido la culminación de unas semanas que no llevan a ninguna parte. Se tenía que salir de la larga resaca de octubre del 2017 y resulta que lo único que se ha hecho es añadir algo más de carga al cuerpo. Dicen las encuestas que la gente tiene ganas de un cierto reencuentro para hacer frente a las crisis acumuladas e intentar reconducir los conflictos, y resulta que lo que se hace es justo lo contrario: reforzar los muros ya existentes. Es patético constatar, a pesar de los señales que Esquerra y los socialistas habían dado en los últimos meses, que solo los comunes han intentado tender puentes efectivos. Y es triste verificar que una vez más, ante una gran oportunidad, a Esquerra la ha invadido su patológico temor reverencial al nacionalismo conservador hoy pasado al independentismo. Cuesta entender tanto miedo a emanciparse. Estamos condenados a la foto fija. Hace falta, aun así, remarcar dos novedades a seguir. El PDECat ha intentado romper una ficción: la extraña situación de un independentismo de amplio espectro que parecía no tener derecha. Y ha empezado a reivindicarla, como un paso hacia la normalidad, que tengo la sensación de que no se consolidará hasta que Junts pierda la presidencia de la Generalitat y el magma ideológico que lo compone se divida en un par o tres de trozos.

Por otro lado, signo del tiempo, habremos asistido a la irrupción de la extrema derecha, que tendremos en el Parlament en su versión españolista. Seducidos por el engaño de creer que no somos un país cualquiera, algunos pensaban que estas cosas aquí no llegarían. Ya están aquí. Y la extrema derecha ya empieza a aflorar también, y más que lo hará, en el independentismo.

Conclusión: unas elecciones en tiempos difíciles que tenían que servir para empezar a desconfinar el futuro y nos pueden dejar ahí donde estábamos, con más desconfianza y con alguna mancha negra añadida. Un triste papel.

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