Contra Trump vivíamos mejor

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Durante el cuadrienio trumpista, uno de los consuelos era acudir a los canales americanos para ver cómo señalaban la desnudez del emperador en programas como Real time with Bill Maher, Last week tonight with John Oliver o Saturday night live. La imitación de Alec Baldwin, por ejemplo, marca uno de los puntos álgidos de la comedia de esta década. Que el presidente real se picara con el actor y se enfrentara a él en Twitter todavía lo hacía más delicioso.

Un momento de la entrevista de Bill Maher a Megyn Kelly

Pero Trump es ya historia y estos programas, de claro sesgo progresista, se enfrentan al dilema de cómo seguir teniendo gancho ahora que gobierna Joe Biden. Es aquella frase de "Contra Franco vivíamos mejor", pero adaptada a la realidad americana. Una de las caídas de difusión más pronunciadas de la revista El Jueves fue cuando la publicación acentuó el humor costumbrista en detrimento del político, después de que José María Aznar abandonase la Moncloa para proseguir su viaje al fondo del agror. Por suerte, rectificaron y recuperaron la parte más afilada.

De momento, Bill Maher es quien ha hecho el movimiento más atrevido en los Estados Unidos. En uno de sus programas, por ejemplo, trajo a la periodista y ex presentadora de Fox News Megyn Kelly. Juntos hablaron de algunas prácticas instauradas en el sistema escolar en nombre de la corrección política. Por ejemplo, ¿los niños blancos de primaria tienen que cargar conscientemente con la etiqueta de privilegiados, a pesar de que no tengan ninguna responsabilidad sobre el estado del mundo? Es un debate incómodo, porque cualquier progresista entiende que los alumnos negros sí que arrastran todos los estigmas derivados del racismo sistémico, sin haberlo pedido. Pero al mismo tiempo intuimos que la solución no pasa por lastrar con culpa a niños que apenas leen. El drama es que el miedo de recibir una cancelación en las redes sociales hace que estas discusiones no se puedan tener serenamente. Y el resultado es que la conversación pública se ha empobrecido considerablemente en la última década.

Y, de hecho, es aquí donde los programas de comedia tienen, hoy por hoy, su gran responsabilidad. Disparar contra Trump, en determinados ámbitos, siempre salía gratis. El resultado, por cierto, es una caricatura que en el fondo lo legitimaba ante sus seguidores. Y es verdad que él daba material y alimentaba aquel (falso) cliché que se les dice a los guionistas: "¡Pero si los políticos os lo dan todo hecho!". La valentía, y por lo tanto el servicio, pasa por enfrentar al público a su espejo. No solo señalar los monstruos, sino examinar cómo nosotros mismos somos también el monstruo... de otro.

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