Y el Universo, impasible

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I l’Univers, impassible

Acostumbrados a encontrar la medida del mundo en nosotros mismos y en nuestro entorno inmediato, pocas veces los momentos de dolor forman parte de una experiencia colectiva. Esta vez habrá sido diferente, al menos para todos los que no habíamos vivido la salvajada de la Guerra Civil, pero nada garantiza que hayamos aprendido las lecciones.

La pandemia tuvo una fecha de llegada, que podemos situar en el anuncio del primer estado de alarma, el 13 de marzo de 2020, y tendrá un día simbólico de salida. La fecha todavía no la sabemos, pero está cerca, porque los datos nos dicen que de los 6,3 millones de personas vacunables en Catalunya, 3,2 millones han recibido una primera dosis y 1,8 la pauta completa; porque los ingresados en las UCI ya son menos de 200 personas y la mortalidad se ha desplomado de 105 personas a 13 en la última semana. Los estragos del coronavirus no se han acabado, pero a cada vacunado más nos acercamos a la salida en nuestro entorno europeo.

Las colas de las vacunaciones son un triunfo de nuestra sociedad, tan imperfecta tantas veces y ejemplar en estas líneas ordenadas y silenciosas de ciudadanos de toda condición, origen y renta que son vacunados en un ambiente que es una mezcla de respeto, agradecimiento y alivio. La campaña de vacunación es una victoria rotunda de nuestro modelo de estado del bienestar.

Ahora que se abre la salida de esta vida al ralentí que hemos visto durante tantos meses es el momento de escuchar el relato de los peores momentos y de exigir que políticamente se actúe para hacer balance de los errores cometidos cuando las decisiones marcaban la diferencia entre la vida y la muerte. Sabemos que la humanidad es frágil ante las pandemias y tenemos que haber aprendido algunas lecciones y a formular planes de contingencia.

Gracias

También es el momento de dar las gracias: a las trabajadoras de las residencias que cuidaban a las personas mayores y vieron, impotentes, ahogarse a los enfermos indefensos; al personal sanitario cansado de compensar con vocación la falta de recursos y la dificultad de hacer frente a un peligro devastador y desconocido. Médicos, enfermeras, celadores, personal de cuidados que dieron la mano a los enfermos que morían solos y que hicieron de puente con familias traumatizadas por el abandono forzado. Gracias a los trabajadores de los supermercados, de las farmacias, que mantuvieron los productos de primera necesidad al alcance. Gracias a los farmacéuticos que nos proveyeron de gel y mascarillas, a los encargados de operaciones de las empresas que hicieron llegar el oxígeno, los respiraderos. Gracias también a los trabajadores de las funerarias que escuchaban con impotencia unos datos públicos que su realidad desmentía con creces. Los mismos trabajadores que sin material de protección intentaron sepultar con dignidad unos cuerpos que tenían nombre, apellido y memoria compartida con alguien que no estaba. Gracias a los vecinos y a los voluntarios que evitaron alguna muerte en soledad, a la sociedad civil que hizo red contra la pobreza extrema en una economía parada de un día para el otro.

Gracias también a los fotoperiodistas y reporteros que salieron a explicar lo que pasaba en los hospitales y los geriátricos. A los que se colaron donde les censuraban y a los que les permitieron la entrada para explicar que esta era una pandemia con muertes, cansancio, soledad, secuelas y enfermedad mental. Gracias a las mujeres que han limpiado hospitales, transportes públicos, centros de trabajo.

Gracias a los científicos que han colaborado en red, compartiendo conocimiento, y a los que han abocado fondos a una investigación tan extraordinariamente rápida. Gracias a los -y sobre todo las- que trabajaron doblando jornadas con los niños en su regazo. A todos aquellos que entendieron que cuando las cosas van mal el paso se tiene que dar hacia delante.

Responder preguntas

Ahora que hay una tregua, en Catalunya y España hay que analizar la gestión de la pandemia. En el Reino Unido la ley de investigaciones de 2005 garantiza un análisis de la acción política. Se hizo, por ejemplo, con la Guerra de Irak, investigada entre 2009 y 2016 por una comisión pública independiente. A partir de la primavera de 2022 una comisión independiente valorará la gestión del gobierno británico durante la pandemia, contando con toda la información disponible, desde papeles oficiales hasta whatsapps, y con la presencia de testimonios. Las preguntas que tendrá que responder son: ¿qué pasó?, ¿por qué?, ¿quién fue responsable? y ¿qué se puede hacer para que no vuelva a pasar?

En Catalunya y España la investigación se reduce a la contratación por métodos de urgencia, pero no se ha escuchado a los científicos que el agosto pasado en The Lancet pidieron una evaluación independiente. Sería una buena idea que los expertos analizaran el papel de los organismos científicos en la toma de decisiones públicas, la trampa en la que se convirtieron tantas residencias no medicalizadas, cómo y cuándo se suministraron los equipos de protección, qué efectos colaterales ha habido en el tratamiento de otras enfermedades.

Ahora que poco a poco vemos la salida nos equivocaremos si no garantizamos un aprendizaje de este trance. El Universo continúa impasible y tenemos muchas probabilidades de continuar andando habiendo olvidado lo que hemos vivido para volver a cometer los mismos errores en el futuro.

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