La valentía de denunciar haber escrito un artículo sicario

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El New York Post convirtió en portada que un refugio californiano de menores inmigrantes regalaba, a expensas de los contribuyentes, copias del libro de la vicepresidenta Kamala Harris. "Miles de ejemplares", decía el artículo. Pero era falso: el único volumen, el que aparecía fotografiado, lo había dado una entidad local que había recogido juguetes y libros entre los vecinos. Se trataría del enésima fake news de la semana, si no fuera que la reportera autora de la pieza dimitió, después de explicar por qué lo hacía: "Por una historia incorrecta que me obligaron a escribir", decía.

Los periodistas disponen de una cláusula de conciencia que les permite, en teoría, no firmar aquellas informaciones que instancias superiores han alterado, si están en desacuerdo con las ediciones aplicadas. Pero la presión para mantener nombre y apellido es evidente: un artículo no firmado siempre desprende el olor de encargo deshonesto. Que una reportera admita que le exigieron un trabajo sicario solo cuando ya ha decidido que dejará el Times no deja de ser elocuente. El rotativo, claro, hizo la rectificación de rigor. O sea, la mínima posible. Aquella que apenas trasciende, mientras que la portada de siempre consiguió que toda la panoplia de medios conservadores repitiera el tema, escandalizada. Y que senadores y otros líderes de los republicanos se rasgaran las vestiduras en público. La polarización se opera a golpe de noticia falsa en portada y rectificación en un rinconcito.

Porque, claro, a ninguno de los medios repetidores se le acudió mirar si efectivamente el refugio estaba saturado de libros de Kamala Harris. Esta es la otra derivada de las fake news. Es más fácil repetir pirateando que no comprobar. Escribes que X ha asegurado que llueve y listos. Pero no te molestes en abrir la ventana, mirar hacia cielo y sacar la mano.

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