ERC-Junts: divorcio a la catalana

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El presidente del Gobierno , Pere Aragonès, durante la comparecencia a la Galería Gótica del Palau de la Generalitat

Barcelona"Así no podemos seguir". Esta frase, pronunciada tanto en público por Junts como en privado por ERC desde hace mucho tiempo, es la que explica todo lo que ha pasado. En efecto, todo el mundo sabía que así no se podía seguir, de manera que lo único que quedaba por establecer era el guion del desenlace, la cadena de acontecimientos que acabaría desembocando en un divorcio a la catalana, es decir, sin que nadie asuma la responsabilidad final de la ruptura. La culpa siempre es del otro.

Hasta ahora el principal obstáculo para el divorcio era el miedo de ERC a quedar en un gobierno en minoría y en manos del PSC. Pero las últimas semanas han operado un cambio de paradigma entre los republicanos, que cada vez se han ido convenciendo de que este escenario quizás no era el ideal, pero era mejor que la toxicidad de la situación actual, y sobre todo era mucho peor para los socios de Junts, profundamente divididos sobre esta cuestión. Es entonces cuando, ante las demandas de Jordi Turull para que lo ayuden a mantener a Junts dentro del Govern, deciden primero apartarse, y después, poco a poco y de forma sutil, ir empujando a Junts hacia fuera del ejecutivo. En realidad no hacía falta, puesto que entre las bases de Junts ya estaba ganando peso la posibilidad de salir del Govern, una opción defendida tanto por Carles Puigdemont como por Laura Borràs ante la desesperación de Turull y los suyos.

Gesto de autoridad

Con este desenlace previsible, ERC decide anticiparse. ¿Por qué? Pues porque deciden que Pere Aragonès necesita un gesto de autoridad que lo proyecte ante la ciudadanía como un auténtico líder. Desde este punto de vista, Jordi Puigneró ha sido solo una víctima propiciatoria, y la cuestión de confianza, la excusa formal. Puestos a quedarse solos, mejor hacerlo dando un puñetazo sobre la mesa y rompiendo así con la imagen de Aragonès como un presidente correcto pero inocuo, incapaz de mancharse las manos de sangre y enseñar los dientes. Un presidente demuestra que lo es cuando aplica alguna de las facultades que le es propia, como es la de nombrar y cesar consejeros. Esto ha sido así siempre.

¿Y ahora qué? Pues dentro de Junts los que defendían la permanencia en el Govern tienen hoy menos argumentos que ayer. Y mucha menos fuerza. La única incógnita es ver cómo se llegará a la consulta a la militancia, puesto que ahora se querrá tomar la decisión con un apoyo casi unánime de las bases. Esta es la contraparte del golpe diseñado por ERC: donde antes había un Junts dividido y cerca de la implosión, hoy hay un Junts más cohesionado contra el enemigo común.

En este juego de la gallina, pierde quien se pasa de frenada. Hasta ahora quedaba claro que Junts estaba derrapando. Ahora quizás es ERC quien no ha calculado bien su último movimiento. Pero esta es una crisis dinámica, y, por lo tanto, hay que esperar. Quizás Junts está hoy más cohesionado que ayer, pero ¿lo estará igualmente después de unos meses en la oposición? El tiempo siempre es, en política, la variable más importante.

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