LA NUEVA LEGISLATURA

El giro de la CUP: de ‘outsider’ a postularse como socio estable

Los cuperos dejan atrás sus recelos atávicos a las instituciones en busca de incidencia política directa

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Xavi Tedó
4 min
La ninguno de lista de la CUP, Dolors Sabater, saludando el candidato de ERC a la investidura, Pere Aragonès, después de no superar la primera votación.

BarcelonaEn Assassinat al Consell Polític (Pagès Editors), el debut literario en solitario del diputado de la CUP en el Parlamento y secretario tercero de la mesa, Pau Juvillà, se plantea una oferta en firme de ERC a los anticapitalistas para formar gobierno con los comunes. Los republicanos les ofrecen la presidencia y una vicepresidencia de la cámara catalana y las conselleries de Cultura, Territorio y Sostenibilidad e... Interior. El libro, que se publicó en enero, justo antes de las elecciones, dibuja un escenario que hace unos años habría parecido inimaginable, pero que ahora no dista mucho de la realidad. De outsider, la CUP ha pasado a ser, por primera vez en su corta historia, el nuevo socio estable del Govern, fruto del preacuerdo con ERC y a la espera que JxCat se sume a él.

Los recelos a entrar en el ejecutivo, sin embargo, persisten. Se pusieron de manifiesto días antes del inicio de la campaña, cuando el consejo político aprobó por amplia mayoría un documento de una asamblea local en el que se establecía seguir en la oposición. Era la respuesta de la militancia a una estrategia de campaña que consistía en no renunciar a ningún escenario. “Existen todavía muchas prevenciones provocadas por acciones de gobierno anteriores con presencia de ERC que no son fáciles de revertir”, admite Juvillà. En cualquier caso, el preacuerdo, destaca, “no descarta, a medio plazo, una revisión que pueda suponer la entrada en el Govern”.

Conscientes de estos recelos, el grupo parlamentario apostó por la presidencia del Parlament en una decisión salomónica que buscaba satisfacer a los dos grandes sectores de la organización: los que abogan por entrar en el ejecutivo (Poble Lliure) y los que se oponen de lleno (Endavant). Y a la vez, en clave externa, mandar un mensaje nítido: que la CUP no tiene ningún recelo en involucrarse en las principales instituciones del país.

Condicionar al ejecutivo

Las reticencias a la política institucional se han dejado atrás. De ser una fuerza estrictamente municipalista, los cuperos han pasado a presentar batalla en el Parlament y en el Congreso y ya solo tienen la Eurocámara como asignatura pendiente. Lejos queda ya la asamblea nacional celebrada en Girona el 21 de junio del 2009, cuando las bases de la CUP aprobaron una enmienda a la totalidad por 161 votos a favor, 148 en contra y 2 votos en blanco a la ponencia estratégica acordada en enero en la que se abría la puerta a participar en las elecciones catalanas del 2010. La CUP ha venido para quedarse a la cámara catalana desde que aterrizó en 2012 y ahora ya sí para condicionar, aunque sea desde fuera, al nuevo ejecutivo. El proceso de luto por la represión post 1-O y de autocrítica por no haberse movilizado para defender la DUI han quedado atrás. Si entonces se invistió sin contrapartidas a Quim Torra, ahora la CUP se ha arremangado para cerrar un acuerdo programático.

La portavoz de la CUP en el Parlament, Eulàlia Reguant, rebate que lo hagan por sentido de la responsabilidad. “No es que ahora seamos más responsables que hace unos años, sino que lo somos con la correlación de fuerzas, con cómo el país avanza y cuáles son las prioridades y, basándose en esto, la CUP toma sus decisiones”, remarca la diputada, antes de sentenciar: “Quedarse en la oposición, muchas veces, es mucho más responsable”.

Por este motivo, discrepa de que se haya impuesto el pragmatismo: “Participar en los ayuntamientos ya es participar en el sistema político, no hay una gradación”. Este desembarco en las instituciones no choca, a su entender, con la esencia de los cuperos: “Somos un partido antisistema y en clave institucional utilizamos las herramientas que tenemos al alcance, asumiendo que el cambio requiere la organización también en la calle y que hay que generar herramientas de contrapoder”. En la misma línea se expresa Juvillà. “La CUP es esencialmente municipalista, pero ha hecho el análisis de que para influir en determinadas políticas y hacer de altavoz había que estar en estas instituciones, no como fin sino como herramienta”.

La influencia de los no alineados

Arnau Comas, miembro de la dirección de Poble Lliure, ve este proceso como natural. “Es la evolución de cualquier organización que quiere tener una incidencia real en el país para transformarlo de una manera profunda”.

Esta organización, partidaria de implicarse más en las instituciones, a diferencia de Endavant, considera que el apoyo de gran parte del sector no alineado en ninguna de estas dos organizaciones y que representa al 80% de la militancia ha sido clave para que se avalara al cabo de un tiempo algunas de sus demandas, como presentarse en el Parlament o en el Congreso. “Cada vez más sectores han visto más ventajas que riesgos al hecho de salir del ámbito municipal, porque si desapareces de las elecciones cuesta más fidelizar al electorado, y nuestro entorno nos pedía que lo hiciéramos”, expone Albert Botran, diputado en el Congreso y miembro también de Poble Lliure.

Lluc Gayà, portavoz de Endavant, admite que la institucionalización marca la evolución de la CUP e insta a revisar la estrategia: “Hay una multiplicidad de opiniones y, en lugar de profundizar en el debate estratégico, se busca un equilibrio entre sectores que acaban con votaciones como la del preacuerdo o la coalición con Guanyem, en las que no se confrontan ideas”. El debate, siempre inherente en una organización asamblearia como es la CUP, se mantiene.

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