Reportaje

Así negocian los políticos en pandemia

La videoconferencia llega para quedarse, a pesar de que en los momentos clave se mantiene la presencialidad

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Puigneró y Vilagrà con los diputados David Cid (Comunes) y Alícia Romero (PSC).

Barcelona / MadridDieciséis personas se sientan en una mesa estrecha con una ventana abierta –no para ventilar, sino para que se vea un almendro florido–. Es la primera semilla de la mesa de diálogo, el 26 de febrero de 2020. Un año y seis meses más tarde, ya solo ocho personas –habrían sido doce si Junts estuviera– se sientan en una mesa dos veces más ancha que la primera; y llevan mascarilla. Por el camino ha cambiado la manera de relacionarse, la de trabajar y también la de negociar. Todo esto teniendo que pactar estados de alarma, una investidura, presupuestos y los órganos caducados.

La manera de reunirse a menudo ha variado por el contexto: "En la negociación por la investidura al principio las reuniones fueron más telemáticas y después presenciales", explica la portavoz de la CUP, Eulàlia Reguant. Precisamente, los días posteriores al 14-F la tercera oleada todavía causaba estragos. Aún así, la mayoría ha optado por mantener la presencialidad. "Una pantalla implica frialdad", dice el presidente del grupo parlamentario de Junts, Albert Batet. Pero las reuniones presenciales también han cambiado. "Con Sergi Sabrià nos encontrábamos en el patio en vez del despacho", recuerda el portavoz de los comuns, David Cid. Los despachos eran el escenario estrella de las reuniones, pero ahora se opta por buscar "salas más grandes", dice la portavoz del PSC, Alícia Romero. Incluso Batet cree que el hecho de que las reuniones presenciales se hayan convertido en un lujo hace que se vaya "al grano".

La presencialidad también tiene sus riesgos: la última reunión entre ERC, Junts y el PSC por la renovación de órganos colgó de un hilo por contactos estrechos con positivos. Seis pruebas PCR permitieron a las delegaciones cerrar el acuerdo. "Si lo hubiéramos hecho online no habría sido lo mismo", dice Romero. También ha habido padres y madres que han abandonado reuniones porque la clase de su hijo había sido confinada, o cenas de Navidad suspendidas para que todo el mundo fuera a la votación de los presupuestos.

Ventajas

En Madrid, el acuerdo entre el PP y el PSOE para renovar los órganos constitucionales –menos el CGPJ– también se cerró con reuniones presenciales, a pesar de que los populares afirman que no han tenido muchas oportunidades de saber cómo es negociar con pandemia porque los socialistas les han negado la mano tendida. En cambio, la negociación por la ley audiovisual fue más híbrida para que pudieran estar los dirigentes de ERC. "Antes teníamos que ir hasta Madrid", comenta Vilalta. De hecho, esta es una de las ventajas de hacer las reuniones online, que, según Txema Guijarro, diputado de Unidas Podemos en el Congreso, se han "revelado como un instrumento válido".

Vilalta apunta que una reunión online necesita un orden del día mucho más marcado. El método empleado es que las dos personas de más rango llevan la voz cantante y dan paso a las otras. Las malas conexiones y las personas que no activan la cámara o se dejan el micrófono abierto son fenómenos que pasan a menudo. "Cuando me conecto desde casa, mi hijo a veces viene a verme y sale por la pantalla", explica Batet.

Vilalta y Guijarro coinciden en decir que en las reuniones telemáticas se mantienen los roles de género. "Todo se adapta: hombres que intervienen solo por intervenir, gente que no pide la palabra y sobre todo los que no escuchan", dice la republicana. Sea como sea, participantes que se hacen los sordos, la mascarilla y las videoconferencias no han evitado que los acuerdos acaben llegando. "Si tienes voluntad de llegar a un acuerdo, lo haces", resume Guijarro. Así que si la mesa de diálogo no da frutos no será por la pandemia.

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