Un pacto frágil nacido de la necesidad

2 min
Jordi Sànchez y Pere Aragonès ayer durante la rueda de prensa que ofrecieron.

Cabe de PolíticaNo será fácil el día a día del futuro gobierno de coalición entre Esquerra y Junts per Catalunya. El acuerdo logrado este fin de semana por Pere Aragonès y Jordi Sànchez sirve para superar el match ball de una repetición electoral que no beneficiaba a nadie y que ponía en riesgo el hito del 50% de voto independentista obtenido el 14-F, pero no derrite las diferencias de fondo existentes entre dos partidos que, aun así, compartirán Govern por tercera legislatura consecutiva.

El secretario general de Junts había verbalizado en alguna ocasión durante las negociaciones la necesidad de “vaciar la mochila de la desconfianza” entre los dos partidos, pero el balance, una vez cerrado el pacto, es que las relaciones entre Esquerra y los de Carles Puigdemont están más deterioradas que nunca. La mochila sigue llena, y las desconfianzas ya no solo son entre los socios del Govern sino también por parte de una ciudadanía que ha contemplado con estupefacción las dificultades para cerrar un acuerdo y cómo la concatenación de reproches, ultimátums y envites llevaba la legislatura al borde del precipicio de la repetición electoral.

Prueba de la fragilidad del pacto es la ambigüedad con la que se resuelven algunos de los puntos calientes. Los negociadores han necesitado hasta cuatro palabras -“espacio de coordinación, consenso y dirección estratégica”- para definir el nuevo estado mayor del independentismo sin herir ninguna sensibilidad, y obstáculos como el rol del Consell per la República y la unidad en Madrid se han chutado hacia adelante a la espera de encontrar un “consenso” en tiempos mejores.

El último giro de guion ha sido posible por la necesidad de Aragonès y Sànchez. El primero estuvo a punto de poner en riesgo su presidencia con la apuesta por un gobierno en solitario que no tenía suficientes apoyos para salir adelante, y el segundo veía cómo su liderazgo dentro de Junts -todavía en construcción- empezaba a ponerse en cuestión y cómo la ruptura con ERC alimentaba los sectores más duros -y más incontrolables- de su partido. Por eso los dos decidieron aislarse de sus propios equipos negociadores y cerrar cara a cara un pacto de gobierno inevitable desde la misma noche electoral pero que se ha hecho esperar. Un pacto que empieza con una petición pública de disculpas por el espectáculo y que tiene por delante un reto titánico: reconstruir la confianza perdida.

stats