FESTES EN PANDÈMIA

Una Navidad insólita con soluciones imaginativas

Comidas en el jardín, por separado y fuera de los días señalados o, simplemente, no haciendo absolutamente nada. Las familias han ideado diferentes planes para evitar que los días más señalados del año se acaben convirtiendo en el inicio de un brote que afecte a las personas que más quieren

Maria Garcia
5 min
10/12 ARA

GironaAtípica, diferente, singular, excepcional, insólita. No importa el adjetivo que se escoja: no hay duda de que esta será una Navidad que no se parecerá a ninguna otra de las que se han vivido en los últimos cien años. La mayoría de familias han cambiado o anulado los planes que tradicionalmente seguían durante las fiestas para adaptarse a las restricciones y a las medidas para evitar el contagio. Las hay que creen que lo que es realmente importante no es el día, sino el encuentro con todas las personas queridas, y otras prefieren celebrarlo igualmente, aunque sea solo con su burbuja de convivencia o con pocas personas y muy próximas.

“Celebraremos cuatro Navidades”

Con 92 y 90 años, Josep Vila y Margarida Miravent, de Barcelona, lo tuvieron claro hace dos semanas y, después de hablar con sus tres hijos, decidieron que lo celebrarían por separado y de forma repartida: “Generalmente éramos más de 10, y este año no puede ser. Y el 28 de noviembre quedamos con un hijo, hoy vamos con una hija, el 24 por la noche con la otra hija y el 25 con un nieto”, repasa Josep, que añade riendo: “Este año, nosotros celebraremos cuatro Navidades”. La pareja vive en un piso que forma parte de una residencia de gente mayor, donde tienen su espacio privado y zonas compartidas. “Y el día de San Esteban lo celebraremos con los compañeros de aquí, ¡que aquí lo celebramos todo!”, añade. Para Vila y su mujer, ahora lo más importante es cuidar su salud y la de los demás. “Me gustaría celebrar Navidad como siempre, en mi casa. Pero si no puede ser, no puede ser”, subraya, y reflexiona: “Hemos tenido épocas de inquietud, de ilusiones, de proyectos... pero esto ya se acaba y uno tiene que ser consciente de que la vida va cambiando con el paso de los años”.

“La primera comida juntos”

“Hacía mucho tiempo que no sentía lo que era llegar a un piso y sentir que es tu casa”, confiesa Cinto, que durante muchos años durmió en la calle. Pero hace tres conoció a Toni en una de los encuentros que organiza el centro de acogida La Sopa de Girona entre sintecho y los dos accedieron a un piso que comparten también con Patricia. “Será nuestra primera Navidad juntos; en las últimas había comido siempre en La Sopa. Y nosotros ahora somos como una familia y será un año muy especial”, remarca Toni, que sabe, sin embargo, que la comida empezará tarde. Hasta pasadas las cuatro no llegará Cinto, que irá durante el día a hacer de voluntario al Palacio Ferial, donde duermen personas sin hogar. “No sé por qué lo hago, no es para ayudar a los otros, esto es una consecuencia; simplemente me sale de dentro ir cada día”. Y revela que, el día 25, comerán caldo e intentará comprar también “aunque sea dos o tres gambas, ¡que la Navidad se tiene que celebrar bien!”, dice con una sonrisa.

“Es una lástima”

Hablaron con varios médicos y expertos, y la familia de Laia González, de Vilafranca del Penedès, al final optó por combinar varias medidas para protegerse. Por un lado, redujeron el número de personas en la comida: serán seis adultos y un bebé en total, a diferencia de los otros años, cuando se juntaban más de 20. Además, lo harán en el jardín, aprovechando que viven en una casa. “Compramos dos estufas para no pasar tanto frío. Y, si llueve, iremos al garaje, que se puede abrir por dos lados y así habrá corriente de aire”. Su objetivo es reducir las posibilidades de contagio, especialmente en el caso de su suegra y de la hermana de su suegra, que son colectivo de riesgo, y también por ella, que todavía está de baja de maternidad. “Además, para estar más tranquilos, el día 22 o 23 iremos a un laboratorio privado y nos haremos una prueba todos”. Reconoce que lo viven con resignación: “Es una lástima porque nos hacía mucha ilusión, porque es la primera Navidad con la niña y no estaremos todos, pero qué le vamos a hacer”.

“Lo importante no es el 25”

Después de darle muchas vueltas, la familia de Aurora Chimeno, de 76 años, decidió que este año no harían nada por Navidad. Ella tiene once hijos (“Pero no soy del Opus, ¡que quede claro!”, avisa), que viven en diferentes ciudades, y les dejó claro que no valía la pena arriesgarse. “Ellos me decían: ¿pero no te sabrá mal estar sola? Y yo les decía que, al contrario, nos jugamos mucho para estar juntos”. Ella es de la opinión de que lo que es “realmente importante” no es el día 25: “Para mí lo importante es que nos reunimos y nos encontramos todos juntos, porque casi nunca coincidimos todos, solo por Navidad. Y si no podemos hacerlo bien ahora, pues ya lo celebraremos más adelante, en verano o cuando se pueda”. Y quita hierro a la situación mirando la parte positiva: “Siempre lo hacíamos en casa de uno de mis hijos, y mira, ¡este se ha salvado!”, dice haciendo broma. Y ahora está dándole vueltas a cómo celebrará el día de Reyes con sus quince nietos: “Antes venían siempre todos a casa, que pasaban los Reyes, pero este año he avisado de que iré por turnos y daré cita previa, ¡o les bajaré los regalos con una cuerda por el balcón!”, dice entre risas.

“Los otros pueden verse afectados”

El día 25, sin duda, una de las primeras que se levantarán por la mañana será Cristina Cobo, que es enfermera en el Hospital de Vic y trabajará doce horas, de 8 a 8. “Primero los compañeros me pasarán el informe de cómo están los pacientes, repartiremos la medicación, los desayunos, y después haremos higienes, además de estar pendientes de cualquier urgencia”, explica. Pero, cuando salga, ya tiene planificado que cenará con su marido y sus dos hijas. “Tengo la suerte de que en casa entienden que tengo que trabajar y ya están acostumbrados a ello”. Ella justamente está en una planta donde todos los enfermos son positivos de covid-19 y, a pesar de que ha bajado la presión que han tenido en los últimos meses, continúan con mucho trabajo. “Estamos muy cansados y nos falta personal, y haces el esfuerzo, pero también tienes vida y a veces cuesta encontrar el equilibrio”, admite. Ahora bien, la enfermera se pone las manos a la cabeza cuando ve a mucha gente junta en locales o casas, sin mascarilla. “Yo lo he visto muchas veces, y siempre pienso que no se dan cuenta de que no solo les puede afectar a ellos, sino a toda la gente de su alrededor: y sus padres o abuelos pueden verse afectados por culpa de lo que ellos hacen”. “Y no sé si la gente entiende eso”, señala moviendo la cabeza y deseando que todo el mundo tenga cordura y se relacione lo mínimo posible.

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