El sueño roto de los gemelos Awa y Alhassane

Una niña de 9 años relata la muerte de su hermano en una patera y cómo lo tuvieron que lanzar al mar

Ara
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Una de les tres menors ocupants de l'embarcació naufragada arribant a port després de dies a la deriva, al moll canari d'Arguinenguín

BarcelonaLas primeras personas que la atendieron pensaron que tenía unos doce años, pero solo tiene nueve. Awa D., natural de Guinea Conakri, subió en una barcaza a las costas del Sáhara para zarpar hacia las Canarias con su madre y su hermano gemelo, Alhassane. Las islas españolas eran la primera parada para cumplir el sueño paterno de reunir de nuevo a la familia en la Europa de las fronteras fortificadas y empezar una nueva vida. El sueño se rompió cuando la patera en la que viajaba esta familia, con una treintena de personas más, naufragó la noche del sábado y, después de pasar cuatro días a la deriva en alta mar, consiguió llegar hasta el muelle de Arguineguín, en el sur de Gran Canaria. En tierra firme, la niña explicó que Alhassane había muerto durante el trayecto y su cuerpo había sido lanzado al mar. La agencia Efe ha reconstruido la historia de esta nueva tragedia en la ruta migratoria más mortífera del mundo.

La alarma sobre la suerte del grupo, formado por 33 personas -tres niñas y un niño- procedentes de varios países de África Occidental, saltó hacia las 8 de la mañana del miércoles 12, 18 horas después de que hubieran zarpado en una barca de unos seis metros de eslora. Familiares de los náufragos contactaron con la ONG Caminant Fronteres, que transmitió el aviso a la Guardia Civil y a Salvamento Marítimo, que movilizó al Sasemar 101, el avión que acabaría encontrando la barcaza a la deriva dos días después a unos 164 kilómetros al oeste del puerto de Arguineguín y casi la misma distancia al oeste del cabo Bojador (Sáhara).

Sus coordenadas eran 26º 20.20'N, 16e 7.68'W. Desde que el avión facilitó esta posición hasta que seis horas más tarde llegó el barco de rescate desde Gran Canaria, un barco de carga holandés asistió a los ocupantes de la patera dándoles agua y velando para que la barca no acabara volcando.

A las 14.35 h del viernes, los 33 ocupantes de la patera estaban en la cubierta de la Guardamar Talia, que pidió por radio que las asistencias en tierra se prepararan para un grupo de personas que llegaban en "muy, muy mal estado", ha confirmado a Efe una portavoz de este servicio público estatal. Y, además, transmitieron un mensaje terrible: los rescatados decían que faltaba uno de sus compañeros de travesía, a quien se vieron obligados a lanzar al mar después de que muriera en algún momento entre el miércoles y el jueves. Según la ONG, solo se recuperan un 5% de los cadáveres de los náufragos en esta ruta, donde el año pasado se pudieron certificar 2.100 muertos.

No fue hasta que se pudo trasladar a los náufragos hasta el muelle de Arguineguín cuando se supo el alcance de la tragedia. Los cuatro días expuestos al viento, el agua salada y la falta de espacio, de comida y de agua potable hicieron que la treintena de personas de la patera llegaran a puerto tan débiles que los equipos de rescate tuvieron que bajarlos a cuestas o en camilla, a la mayoría. Una de las mujeres incluso necesitó que la sedasen debido a la crisis de ansiedad que sufría. La mujer era la madre de Awa, que explicó que su hijo y hermano de la niña, Alhassane, había muerto durante el viaje.

La angustia de una madre

La angustia por lo que había pasado el grupo se sentía entre las familias, que llamaban desesperadas a la activista Helena Maleno, impulsora de Caminant Fronteres, para saber la identidad del muerto, puesto que nadie de los servicios de rescate se había puesto en contacto con los afectados y tan solo la ONG había hecho referencia a él en sus redes sociales, pero sin revelar quién era.

Una de las familias preguntó por dos hermanos -niño y niña- que viajaban acompañados por su madre. Dio dos nombres que coincidían con los que tenían los servicios de emergencia y la Dirección de Protección del Menor del Gobierno de Canarias y facilitó los pocos detalles que se conocen por ahora de su historia: Awa y Alhassane eran gemelos, y con su madre y otros parientes hacía unos años que vivían en Marruecos y tenían previsto reunirse con su padre, que hace tiempo que vive en Bélgica. A estas alturas la madre sigue ingresada bajo supervisión psiquiátrica, porque los equipos que la atendieron en el muelle dudaban de su estabilidad, han señalado fuentes de la Cruz Roja que recoge Efe. La situación impactó tanto a las personas presentes que algunos voluntarios de la ONG volvieron a casa llorando.

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