Premios Nobel

¿Por qué si te llamas Rosalind no puedes ganar un Nobel de ciencia

Una vez más, ninguno de los siete premios en el ámbito de la ciencia ha recaído en una mujer

El lunes por la mañana, escasos minutos después de que se anunciara los científicos galardonados este año con el Nobel de medicina, estallaba en las redes la polémica. Desde la cuenta oficial de X de los premios se publicaba una fotografía del recién laureado Victor Ambros, investigador de la Universidad de Massachusetts (EE.UU.), donde aparecía con su mujer, la también científica y miembro de su equipo Rosalind Lee. En el texto del tuit los suecos explicaban que el premiado estaba celebrando la noticia con su mujer y colega, de quien decían “que es también la primera autora del artículo científico en [la revista] Cell de 1993 citado por el Comité del Nobel”.

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Las reacciones de los usuarios de esta red social fueron inmediatas y en la Academia de Ciencias Sueca le cayó un buen alud de críticas por sexismo. Por qué, cuestionaban los usuarios de X, si Rosalind Lee había sido coautora del trabajo de 1993 publicado en Cell sobre microARN que había contribuido a revelar uno de los principios fundamentales que regulan la actividad de los genes, ¿sólo su marido había sido reconocido? ¿Quizás se debía a que el comité de los galardones odiaba a las mujeres llamadas Rosalind?, apuntaban algunos usuarios en alusión a Rosalind Franklin, uno de los casos más flagrante de la historia de los Nobel, y eso que hay un puñado: el trabajo de esta química propició que Francis Crick y James Watson terminaran descifrando la estructura de la doble hélice de ADN y terminaran recibiendo un Nobel en consecuencia, mientras que ella fue completamente ignorada.

Una historia de invisibilización

Hasta ahora, de las más de 600 medallas otorgadas en disciplinas científicas -medicina, física y química-, sólo 26 han recaído en una mujer -¡un escaso 4%!-, y ninguna en esta edición. Es cierto que "estos galardones suelen reconocer trabajos de disciplinas que suelen estar masculinizados por hallazgos que tuvieron su origen hace décadas, cuando la presencia de mujeres en estudios que han revolucionado las ciencias era aún más escasa que ahora", reflexiona Pampa García Molina, física, divulgadora científica y directora del Science Media Center España.

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De hecho, apunta García Molina, hace tiempo que se reclama a la Academia Sueca que resuelva ese desequilibrio descomunal entre géneros. Sin embargo, en el 2021 la Academia salió a hacer frente a las presiones con un comunicado en el que afirmaba que no establecería cuotas por género. Aún así, el propio presidente de la Fundación Nobel, Carl-Henrik Heldin, ha reconocido en varias ocasiones que el desequilibrio -por no decir la prácticamente nula representación femenina- en los galardones es un problema, y ​​ha expresado su deseo que la situación cambie con los años.

La bretxa de gènere als premis Nobel de ciència
Distribució dels guanyadors per gènere i per categoria, total del període 1901-2024
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Pero de momento se queda en anhelo, al menos en ciencia. Aunque entre 2021 y 2024 hubo unos cuantos “brotes verdes”, con cuatro mujeres premiadas en química, tres en física y una en medicina, este año el contador ha vuelto a ponerse a cero en ciencias. De siete galardonados, ninguno era mujer.

Y este abismo entre el reconocimiento de hombres y mujeres en ciencia no sólo afecta a los Nobel, sino que se repite a la totalidad de galardones más prestigiosos, desde la Medalla Fields en matemáticas hasta el premio Robert Koch en biomedicina. ¿Por qué ocurre esto? ¿Las mujeres no realizan investigaciones relevantes ni contribuciones capitales?

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Mujeres ignoradas por los Nobel

Hay un montón de casos en el historial de los Nobel de mujeres que estaban en los equipos descubridores, que hicieron aportaciones fundamentales, y que, sin embargo, no han sido reconocidas. Es el caso de Vera Rubin, por ejemplo, que descubrió la materia oscura del universo, pero que el Nobel por ese hallazgo se llevaron otros tres astrofísicos; o de Lisa Meitner, que vio cómo se otorgaba un Nobel a su colaborador Otto Hahn por su trabajo -el de ella- sobre fisión nuclear del uranio. Y eso que ella había sido nominada al Nobel en 48 ocasiones y Hahn, en sólo 19. En el caso de Esther Lederberg, que trabajaba codo con codo con su marido Joshua Lederberg en resistencias a antibióticos, vio cómo él era galardonado con el Nobel por los descubrimientos de ambos y, para más inri, cuando recogió el premio en 1958 ni la mencionó. Aún así, siguieron casados ​​ocho años más.

¿De quién es una idea?

En el caso de Rosalind Lee, es una pregunta compleja de responder y genera debate. Preguntados por este diario, expertos de distintas disciplinas se debatían entre argumentos propiamente sobre el peso intelectual de cada autor y razones discriminatorias. Para la catedrática de genética en la Universidad de Barcelona Gemma Marfany, el quid de la cuestión es quien tiene la idea original de que se premia y quien lleva adelante el trabajo. En biomedicina, el primer autor de un artículo científico suele ser un doctorando o postdoc, que se encarga de realizar el experimento y desarrollar el trabajo, mientras que el último autor suele ser el senior que supuestamente ha tenido la idea brillante, quien aporta la financiación para la investigación y quien es, en última instancia, responsable del laboratorio.

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Sin embargo, en el caso de Lee y Ambros, “Rosalind participa con su marido no sólo en el trabajo reconocido, sino en el resto hasta el día de hoy; no es un artículo anecdótico, es coautora y tiene una autoría intelectual y experimental”, considera Lorena Fernández, ingeniera directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto, que desde su cuenta de X cada día publica una efeméride para hacer vale perfiles de mujeres en ámbitos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Marfany añade: “¿Hasta qué punto sólo las ideas son de uno? Porque lo más probable es que sean compartidas”. En ese caso, Lee también debería haber recibido el Nobel.

7 a 0

En cualquier caso, que este año no haya ninguna mujer premiada entre los galardonados no tiene que ver tanto con las aportaciones y contribuciones que hacen al conocimiento, como con cómo está estructurada todavía la ciencia, dominada por patrones masculinizados donde la mayoría de jefes de grupo , y por tanto autores seniors que se llevan la gloria, son hombres, y los doctorandos y postdocs primeros autores, con frecuencia son mujeres. No es una opinión, basta con ir a buscar la estadística. Por ejemplo, sólo dos de cada diez catedráticos en las universidades catalanas (y españolas) son mujeres.

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Entran muchas razones en juego, complicadas de argumentar en un artículo de extensión corta como éste, desde el techo de vidrio que también aplica a la ciencia, hasta factores más sociales, como que las tareas de cuidado continúan recayendo mayoritariamente en las mujeres en momentos vitales en los que las carreras profesionales están en su punto álgido. O el factor all boys club, apuntan Marfany y Fernández. “Preguntémonos quién hay en los comités, quién nomina, quién selecciona: hombres blancos caucásicos mayoritariamente que acaban seleccionando a hombres blancos caucásicos”, señala Fernández.