'El viaje del Beagle', de Darwin, por fin en catalán
Ediciones del Cráter publica el texto a partir del cual germinó la teoría de la evolución por selección natural
Viaje de un naturalista al rededor del mundo, hecho a bordo del barco "Lo Galgo" (The Beagle) desde 1831 á 1836 por Cárlos Darwin. Así titulaba el Diario Catalá la primera edición catalana del libro que escribió Charles Darwin sobre el viaje durante el cual realizó muchas de las observaciones en las que se basaría su teoría de la evolución.
La edición se fue vendiendo por fascículos hasta que el Diario Catalá quebró, justo cuando se llegaba al capítulo de las islas Galápagos, uno de los más interesantes del libro. Aparte de ser incompleta, esta versión de 1879 está hecha a partir de la traducción al francés y, como explica el editor y traductor Oriol Ràfols, "en un catalán prefabriano". Además, fue la única edición del libro en catalán. Hasta ahora. "Sorprendente, ¿verdad?", dice.
Por todo ello, Ràfols decidió hacer una versión nueva, traducida directamente del original inglés por sí mismo y titulada El viaje del Beagle. La edición cuenta con un prólogo del biólogo evolutivo Xavier Bellés y la ha publicado Edicions del Cràter, el sello que Ràfols fundó en 2021 conjuntamente con Mariona Bosch.
Más que un diario
El viaje del Beagle no es un simple cuaderno de bitácora en el que Darwin anotaba telegráficamente lo que ocurría a su alrededor. Esto ya lo había publicado en 1839. En la segunda edición de este diario, publicada en 1845 y transportada ahora al catalán, existe un grado mucho más alto de elaboración. Y de reflexión. Se nota que Darwin ha pensado la experiencia del viaje y le ha complementado con lecturas y paseos. Sí, paseos: antes del viaje, Darwin había adoptado el hábito de pasear y conversar con el profesor John Henslow, un clérigo y naturalista que le hizo de mentor.
De hecho, esos paseos llegaron a ser tan frecuentes que en Cambridge se le conocía como "el hombre que pasea con Henslow" y, años más tarde, Darwin diría que influyeron más que ninguna otra circunstancia en su trayectoria como naturalista. Cuando después del viaje se instaló en el pueblecito de Down, hizo plantar una arboleda y desbrozar un camino que bautizó como thinking path, un sendero exclusivamente diseñado para pasear y pensar.
El proceso de reflexión de Darwin para elaborar el texto de 1945 es interesante porque aporta una profundidad y un contexto a las observaciones en las que se vislumbran las ideas evolucionistas que acabaría publicando en 1859 en El origen de las especies.
Para empezar, en un fragmento en el que Darwin describe unos roedores subterráneos muchos de ellos ciegos, aprovecha para cargar con ironía sobre Lamarck: "Habría estado contento de conocer este hecho mientras especulaba [...] con la ceguera gradualmente adquirida delAsphalax, un roedor que vive bajo tierra".
En las Galápagos
Ahora bien, uno de los capítulos del libro en el que germinan con mayor fuerza las ideas evolucionistas es el de las Galápagos. En una cena, el vicegobernador Nicholas Lawson explicó a Darwin que podía saberse de qué isla era originaria una tortuga si se observaba el caparazón con atención. Y el cerebro de Darwin dio un clic. Uno de esos clics que quién sabe si marcan un antes y un después en la historia de las ideas.
A partir de ese momento empezó a pensar sobre las diferencias entre las especies similares de cada isla. "Nunca hubiera imaginado que unas islas [...] formadas precisamente por las mismas piedras, rodeadas por un clima similar y que se levantan casi hasta la misma altura, tendrían tan diferentes inquilinos".
Y intentó contrastar la información con las muestras que había cogido. En muchas ocasiones, como en el caso erróneamente famoso de los pinzones, no salió adelante: "Desafortunadamente, se me mezclaron muchas de las especies de la tribu de los pinzones". Pero en otros sí. Sobre el ratón Mus galapagoensis, dice: "No tengo muchas dudas de que esta rata sólo es una variedad producida por el nuevo clima, comida y suelo, a los que ha sido sometida".
Y como colofón al capítulo escribe que "uno queda asombrado de la cantidad de fuerza creativa [...] que se exhibe en estas pequeñas islas [...], y más aún, de su acción diversificadora a pesar de que análoga en puntos tan cercanos".
El Darwin escritor
Pero El viaje del Beagle no es sólo interesante como germen de la teoría evolutiva. Bajo el naturalista total que fue Darwin latía un enorme bagaje cultural y una vocación decididamente literaria. Hay pasajes en los que cita elEneida de Virgilio para describir la bacanal de unos soldados ("Se tumbó a lo largo del antro, como un gigante, rotando, en el sueño, cuajos de sangre y trozos de sangre mezclada con vino sangriento"), asimila una escena a la orilla del fuego a un cuadro del pintor prerromántico napolitano Salvatore Rosa o compara un jinete indígena que cabalga sin silla con Mazepa, el héroe cosaco admirado por Lord Byron, Franz Liszt o Victor Hugo.
Años más tarde, al principio de su Autobiografía, Darwin advertía al lector de que no había puesto ni gota de cuidado en el estilo con el que lo había escrito, lo que indica que por lo general sí lo ponía. Y esta voluntad de estilo es uno de los rasgos definitorios deEl viaje del Beagle, algo que ya había hecho notar al poeta ruso Ossip Mandelstam cuando decía que la aproximación de Darwin a la naturaleza era como la de un reportero de guerra que persigue furtivamente una historia en la escena de los hechos. Darwin, sostenía Mandelstam, nunca describía nada sino que se dedicaba a caracterizar.
Efectivamente, Darwin a menudo describía con imágenes. Para escribir sobre los bueyes de la raza niata dice que "las narinas giradas hacia arriba les dan un aire confiado y desafiante, a la vez que tan ridículo como sea imaginable". Y en lugar de, simplemente, escribir que en la Patagonia hay un venado que huele mal, explica que ató la piel del animal con un pañuelo de seda y que, después de haberlo lavado a fondo, allí pudo distinguir el olor del rumiante hasta un año y siete meses después.
Más allá de todo esto, el texto está impregnado de una hoguera romántica en la admiración del paisaje, un sentimiento de maravilla que en elAutobiografía Darwin describiría como más persistente que cualquier otro placer estético. Un sentimiento que a menudo no puede dibujar directamente con palabras, pero que gracias a su habilidad para caracterizar "llena y eleva el alma" del lector, por utilizar una de sus expresiones.
El viaje del Beagle es un relato entretenido, interesante y cautivador con el que se deja atrás el agravio que la cultura catalana había infligido a una de las obras fundamentales de la historia de la literatura científica.