Carta de un maestro a la nueva consejera

[...] Volveremos a la escuela / que ya debe estar triste / sola / y con los amigos de siempre / celebraremos con alegría / en septiembre [...]

El poeta Miquel Martí i Pol, con estos versos cargados de optimismo, habla de septiembre y evoca la escuela en este momento de reanudación de las nuevas relaciones y rutinas.

El optimismo debe ser la gasolina que debe movilizar las energías de los equipos de maestros en cada nuevo inicio de curso. Pero ser optimistas no significa dejar de lado los retos, muchos que arrastramos de tiempo y otros nuevos, a los que tendremos que hacer frente.

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Es un septiembre en el que la dimensión política toma una presencia particular, con un cambio de gobierno y, por tanto, de consejera. Ya en los momentos en los que se estaba negociando la investidura hemos podido comprobar que en el mercadeo de los acuerdos entre partidos han entrado temáticas educativas, como la recuperación de la sexta hora en la escuela pública. Ésta es una demanda que no nace ni de los movimientos de maestros ni de los sindicatos y que parece tener por objetivo lo de “más es igual a mejor”. Como no se ha tenido en cuenta la voz de nosotros, maestros, no hemos podido decir, por ejemplo, que un tiempo de ocio universal y gratuito pudo tener un papel mucho más complementario y eficaz que ir inyectando más horas lectivas , cuando de hecho no estamos demasiado por debajo de la media europea en términos de número de horas lectivas por año.

A la nueva consellera le quisiéramos pedir que se nos escuche más antes de tomar nuevas decisiones, y sobre todo que los cambios en el departamento no acaben generando volantazos que nos pueden acabar desorientando en unos momentos en que la escuela ya está bastante tensionada.

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También le pedimos tiempo. Después de unos años en los que parecía que la idea de “cambio” era sinónimo de “mejora” o incluso de “innovación”, necesitamos tiempo para encontrar más continuidades que consoliden y den sentido a las decisiones ya los proyectos que tenemos en cada escuela. Huir de la impulsividad del cambio es hoy tan urgente como alejarnos del inmovilismo, de las inercias de “Aquí siempre lo hemos hecho así” que paralizan ideas y desmovilizan los optimismos.

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La resaca de las pruebas PISA

Además conviene recordar que en las escuelas los equipos de maestros debemos compaginar la gestión de nuestros cotidianos con el despliegue de los nuevos textos curriculares. La globalización y el aprendizaje por competencias, entre otras ideas que plantean los nuevos currículos, representan una magnífica oportunidad para llenar de sentido el esfuerzo de niños, jóvenes y adultos en las escuelas. Pero la resaca de los malos resultados en las pruebas PISA ha dado un nuevo empuje a un movimiento, que podemos encontrar tanto dentro como fuera de la escuela, que habla de la necesidad de recuperar la cultura del esfuerzo, de la importancia de los contenidos e incluso de la vuelta de los libros de texto. Pero la escuela que pretende contribuir a la formación de niños y jóvenes competentes en una dinámica de globalización, contrariamente a lo que algunos dicen, necesita mucho esfuerzo (que no es lo mismo que el sacrificio estéril), muchos contenidos (que puestos en relación entre ellos y con la realidad se convierten en competencias) y sobre todo necesita tener muchos libros al alcance de los niños y también de los adultos.

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No hemos hablado a fondo de retos importantísimos como la pobreza infantil, la segregación escolar, de la atención a las diversidades, de la necesidad de construir espacios reales de participación de las familias, de la importancia de seguir velando y trabajando para que la lengua catalana sea ​​lengua de uso y de relación y no sólo una lengua académica. Todos estos retos tan importantes los vamos arrastrando y en algunos casos descuidando con demasiada alegría y no podemos dejarlos de ningún modo a un lado.

Convendrá aprender a maridar optimismo con compromiso. No merecemos el privilegio de convivir con los niños y jóvenes si no lo probamos.