Alba Carreres: "Es discriminatorio que los permisos de maternidad y paternidad sean iguales"
Periodista y publicista y autora de 'Criar amb humor'
BarcelonaEs la primera en reírse de sus errores como madre. De hecho, muchos de ellos Alba Carreres, periodista y publicista y madre de dos niños, uno de ellos neurodiverso, los recoge en su último libro Criar con humor (Rosa de los Vientos).
En el libro desmonta la maternidad perfecta que tantas veces nos vienen a las redes sociales. Al final la conclusión acaba siendo que se hace como se puede, ¿no?
— Desde el minuto cero nos venden un tipo de maternidad perfecto, como un Instagram con una casa ordenada, con una crianza superrespetuosa... pero muchas veces lo que pasa es que no te respetas a ti misma. Lo que digo es que debe buscarse un equilibrio. La teoría está muy bien, pero también debe tenerse en cuenta la realidad. Pienso que a menudo ponemos a los niños en el centro, y lo que hay que poner es la unidad familiar, es decir, no lo que sea mejor para la criatura, sino para toda la familia.
Visualiza también las crianzas neurodiversas. ¿Por qué?
— Es un apartado muy importante, porque no todo es A, B, C, D, sino que también hay otros caminos que escapan a estas normas de crianza. Hoy mismo iba con una compañera en el bus que llevaba una criatura con una escobilla de inodoro y todo el mundo la miraba. Ese niño era autista y necesitaba tener una estimulación. Las cosas que para otra gente pueden parecer muy extrañas son el día a día de muchas familias, y creo que este tipo de crianza también debe visibilizarse.
¿Es un tipo de crianza silenciada?
— Si buscas las estadísticas, es mucho heavy la cantidad de niños neurodiversos, pero, en cambio, estas familias estamos olvidadas tanto por la administración como por las escuelas; y sobre todo las madres, porque somos las que llevamos la carga de este tipo de crianza. No tenemos ningún tipo de permiso laboral para poder criar a nuestros niños y niñas y atender sus necesidades. En la escuela tampoco tienen los veladoresque les hacen falta. En el ámbito administrativo se debe hacer una auténtica gincana para que los derechos de nuestros niños se hagan valer. Es una especie de absurdo. Estas necesidades crecen, sin embargo, se nos dan menos recursos para poder atenderlas.
Se ha pasado de una maternidad de nuestras madres en la que prácticamente no existía información a una sobreinformación. ¿Eso ayuda o estresa más a las madres de ahora?
— Veo que existe un salto generacional muy bestia entre nuestras madres y nosotros, y eso nos hace chocar y hace que surjan conflictos intergeneracionales tanto con las madres como con los suegros. Esta diferenciación tan bestia a la hora de criar genera malestar, y que tengamos sobreinformación añade aún más cargas. Conozco a muchas madres que se han dado de baja de muchas newsletters o de cuentas de Instagram porque las hacían sentir mal; no quieren que les digan cómo deben criar a sus hijos y éste es el mensaje del libro: hazlo como puedas, como quieras o cómo te salga del corazón... y con humor para poder sobrevivir.
Hablemos del papel del padre. ¿Ha habido también una rotura de la forma de ser padre o siguen heredándose los roles de la generación anterior?
— Ha habido un cambio, pero hace falta mucho más. Estamos empezando a visibilizar que estamos hartas de llevar encima la carga mental, pero no sólo debemos decirlo, sino que debe actuar. Mi pareja, por ejemplo, está puesta como primera opción si algo ocurre en la escuela, pero me siguen llamando primero a mí. Es necesario un cambio global porque todavía queda mucho por hacer.
¿Qué piensa que los permisos de maternidad y paternidad sean los mismos?
— Es totalmente discriminatorio que sean iguales. Pongo un ejemplo que se puede visualizar de forma muy clara: en una pareja de dos madres, una de ellas ha parido y la otra no, ambas vuelven al trabajo remunerado el mismo día, aunque a una le hayan hecho cesárea para la que no se tiene ningún tipo de recuperación añadida.
¿Cuáles son sus errores y aciertos en su maternidad?
— Uno de mis grandes errores fue querer saber tanto sobre qué era ser madre que incluso estudié un máster en psicología del neurodesarrollo para poder entender a las criaturas cuando la respuesta ya la sabía, la tenía dentro. Sin embargo, este error también me sirvió para entender que había algo en mi hija, que es autista, que no me había preparado para asumir como madre. Nació durante la pandemia y tuve que insistir mucho para que la visitaran en un CDIAP. Y ahí la diagnosticaron de autismo.
¿Pasó un duelo cuando lo supo?
— Para mí fue un duelo el haber tenido un primer parto muy traumático que acabó con anestesia general y un segundo parto que con el contexto de la cóvido acabó con cesárea y con la separación entre mi bebé y yo. Luego tuve un segundo luto cuando descubrí la neurodiversidad de mi hija. Vivimos en una sociedad tan capacitista que en el momento que te dicen que tu criatura tiene esta etiqueta comienzan muchas luchas que las familias debemos superar socialmente para poder incluir al niño en la sociedad. Hace unas semanas fui a un evento público en Barcelona y mi hija tuvo una suerte de sobrecarga sensorial. En aquellos momentos ella lo que necesitaba era escuchar reiteradamente al secador de manos. Cuando estábamos en el baño de aquel evento me vino una señora y me dijo que tenía que enseñar a mis hijos a no derrochar los recursos. Le dije que estaba de acuerdo, pero que mi hija estaba utilizando el secador para autorregularse porque era autista. La respuesta de la señora fue: pues no la lleves si es autista. Queda mucho trabajo por hacer.