Las escuelas que apuestan por que ningún niño salga en Instagram
El contexto digital, la revolución de la inteligencia artificial o los peligros potenciales de las redes invitan a algunos centros a repensar el uso que hacen de sus redes sociales con la voluntad de proteger al menor
Barcelona¿Es posible que una escuela comunique su proyecto educativo sin mostrar a sus protagonistas? La respuesta es que sí y es que ya hay más de un ejemplo que demuestra que se puede generar relato sin tener que exponer a los menores en internet. Si revisamos el perfil de Instagram de la escuela Norai de Montgat (Maresme) veremos un conjunto de imágenes estéticamente muy cuidadas que muestran el detalle de diferentes procesos de aprendizaje a partir de materiales diversos. Especialistas en el cuidado de los espacios y de los soportes pedagógicos, esta página ha pasado de ser un “diario de aula” para las familias, a convertirse en un canal de difusión de material formativo que despierta mucho interés entre profesionales del educación: "Nuestros valores educativos los intentamos transmitir a través de la imagen y del texto explicativo", apunta Sílvia Guillamot, directora del centro. Con más de 7.500 seguidores, el éxito de las publicaciones ha llevado al centro a organizar varias jornadas formativas para explicar su proyecto educativo, además de ampliar su reconocimiento y el número de seguidores: “Empezamos con un canal para familias y nos hemos encontrado seguidas por compañeros y compañeras que nos hacen muchas preguntas. Desde dónde ha comprado esto, hasta no entiendo qué hace con esto otro. Me gusta mucho que me hagan estas preguntas, aunque Instagram es muy superficial y eso asusta un poco”, añade.
El compromiso firme de no exponer a los menores no es reciente. En los años noventa Guillamot ya se lo planteó cuando oyó a una periodista cuestionando por qué se fotografiaban a niños dormidos volviendo de una excursión: “Aún se me pone la piel de gallina cuando pienso en ello. Para nosotros se trataba de una imagen muy tierna, pero eso podía convertirse en un problema si aquella criatura, de mayor, preguntaba con qué permiso se había hecho esa fotografía. Me di cuenta de que la imagen tenía importancia. (...) Si tú como padre o madre quieres colgar la fotografía de tu hijo, adelante, pero desde la escuela no se hará porque ese niño no es nuestro”, apunta.
La reflexión en la transmisión de emociones
Como la escuela Norai de Montgat, otros centros educativos comienzan a cuestionarse los peligros de la exposición permanente de los niños, especialmente en canales como Instagram, a pesar de tener autorizados sus derechos de imagen. La GEM de Mataró ha puesto en marcha la campaña #capcaralesredes, que invita a replantear el uso de las redes sociales para proteger la privacidad de los menores: “Trabajamos para mejorar la protección del menor en todos los ámbitos, también en el digital. Es importante reflexionar dónde va a parar todo lo que colgamos, especialmente si añadimos el uso de la inteligencia artificial”, destaca Toni del Rio, subdirector pedagógico y jefe de innovación del centro.
La Autoridad Catalana de Protección de Datos (APDCAT) explicita que “la sobreexposición de imágenes del alumnado en la web y en las redes sociales de los centros educativos tiene efectos en su privacidad, con independencia de que se cuente con el consentimiento. La pérdida de control sobre las imágenes hace que cualquier persona las pueda utilizar de forma indefinida”, como suscribe el documento Pautas. Difusión de imágenes de menores y jóvenes en los centros educativos. Además, el departamento deEducación también señala en sus consejos destinados a escuelas que “para informar de las actividades al público en general es necesario publicar imágenes en las que el alumnado no sea claramente identificable”. A pesar de estos recursos, una auditoría deAPDCAT sobre la publicación de imágenes y otros datos personales de los alumnos en internet de 2020, confirma que “la mayoría de los centros publican habitualmente y en abierto, tanto en la web del centro como en las redes sociales, un gran volumen de fotografías y vídeos con los alumnos claramente identificables; también publican los trabajos que elaboran, igualmente identificados. La frecuencia de la publicación es especialmente alta en las redes sociales, que permiten compartir la información de las actividades cotidianas de los alumnos de forma instantánea”.
Desde primeros planos en el espacio de psicomotricidad, hasta directos a los desayunos durante las colonias, pasando por fotografías del cursillo de natación o de los juegos de agua en verano. ¿Qué se comunica y cómo se comunica en las redes sociales escolares? ¿Tienen los centros educativos herramientas para reflexionar sobre su uso y los hábitos adquiridos en el momento de captar y publicar las imágenes? "Lo más importante es el porqué lo hacemos", afirma Héctor Gardó, director de Equidad Digital de la Fundación Jaume Bofill. “Podemos entender la voluntad de explicar la oferta educativa, pero seguramente hay muchos centros que están comunicando cosas que hacen pero no son conscientes de por qué lo hacen y nos perdemos oportunidades positivas, como los valores del centro, la oferta y proyectos educativos o los servicios que ofrece la escuela. Deberíamos hacer más visible lo que a veces es invisible y hacer más invisible lo que a veces es demasiado visible, como las caras de los niños”, añade.
El actual contexto digital y los peligros que se derivan urgen rebajar riesgos y disminuir la “mochila digital”, como describe Gardó, de años y años de imágenes personales al alcance de todos y que podrían perjudicar al futuro profesional y personal de sus protagonistas. En este sentido, el experto en equidad digital también recomienda tener cuidado con el uso de los datos, anonimizando todo lo que comunicamos, como las horas, los espacios y los cursos que llevan a cabo ciertas actividades. Teniendo en cuenta el marco de reconocimiento de los derechos digitales de los niños, las recomendaciones y consejos del departamento de Educación y una estructura legal que Gardó considera “suficiente” es necesario incrementar el acompañamiento a las escuelas para ofrecerles más seguridad y serenidad en la gestión comunicativa: “Ordenar esta comunicación desde un punto de vista reflexivo y operativo sería interesante y los centros lo agradecerían porque es otro de los temas en los que se sienten muy poco acompañados y donde hay muchos riesgos para la escuela”, puntualiza .
Interferir una situación de aprendizaje
Más allá del debate sobre qué imágenes publican las escuelas en sus redes, la dinámica de tener que subir contenido más o menos periódico puede provocar situaciones incómodas en el aula, especialmente si hay familias que no han firmado los derechos de imagen . Patrícia Ventura es experta en ética de la tecnología y miembro de la plataforma Derechos Digitales de los Menores, un portal que ella misma ha impulsado partiendo de un conjunto de repetidas malas experiencias personales: “Defender que mis hijos no aparecieran en las redes ha sido ir contra el viento”, describe. “Si el consentimiento (a la hora de firmar los derechos de imagen) no es libre, no es válido y esto cuesta entender. Esta coacción existe siempre que en una escuela se trata de manera diferenciada a los niños con familias que no deciden firmar”, afirma. Formado por un grupo de doce personas, actualmente el portal se destina a ofrecer información y encauzar dudas de personas que hayan pasado por situaciones similares a la que pasó Ventura: “Cuando nos llega un correo, añadimos el titular a un grupo de WhatsApp y le proporcionamos recursos y soporte emocional para que pueda resolver la situación”.
Según fuentes de direcciones de infantil y de guardería, el número de familias que no firman los derechos de imagen de sus hijos se incrementa progresivamente. Más allá de mostrar o no el rostro del menor, la preservación de la privacidad de la criatura y la pérdida de control de la imagen, son algunos de los temas que más preocupan. “Es su imagen y tiene derecho a tener privacidad de información. Cuidamos mucho en esta cuestión y antes de hacerle fotos siempre le preguntamos si quiere que le enviemos, tanto si se le ve la cara como si no, porque es información sobre él”, apunta una madre de la escuela Norai.
Mantener una cuenta privada en redes o enviar las imágenes por canales internos accesibles sólo a las familias de la escuela es una de las fórmulas de protección que propone Julen Linazasoro, responsable de Macsonrisas, desde la que llevan a cabo formaciones de educación digital . “Muchas familias saben que hay cierto riesgo con las redes sociales, pero reina el discurso de que "a mí no me va a pasar". Falta conciencia por parte de los usuarios y una profunda reflexión de cuál es nuestra relación con las redes sociales. No somos conscientes de todo lo que puede llegar a pasar”, concluye.