Ser 'influencer' o ser buena influencia

BarcelonaSi Hamlet viviera hoy quizás no se preguntaría sobre la vida y la muerte, sino sobre algo más cotidiano: ser influencer o ser una buena influencia. Vivimos en una época en la que muchos jóvenes sueñan con ser influencers. En parte es comprensible e incluso estimulante: tener la capacidad de influir en opiniones, decisiones o comportamientos de los demás puede resultar muy atractivo. Soñar con tener repercusión no es el problema; lo que importa es no perder de vista dos preguntas esenciales: ¿qué estoy dispuesto a hacer para conseguirlo? ¿Y qué impacto quiero generar?

El espejismo de la visibilidad a menudo pesa más que el valor de lo que se comparte. Esto puede llevar a confundir éxito con aprobación externa, a la pérdida de autenticidad ya depender de un algoritmo para sentirse validado, con riesgo de agotamiento emocional.

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Aquí es donde la educación emocional es imprescindible. Desarrollar competencias como la conciencia, la regulación emocional, la empatía, el pensamiento crítico o la resiliencia no sólo nos ayuda a crecer personalmente, sino que nos permite decidir qué tipo de influencia queremos ejercer. Sin estas habilidades es fácil acabar publicando por inercia, priorizando likes por encima del valor del mensaje.

Personas referentes

No es suficiente con ser un buen influencer: la verdadera fuerza radica en convertirse en una buena influencia, y esto sólo es posible si ponemos la dimensión humana y el bien común en el centro de nuestro impacto. La diferencia es abismal: podemos limitarnos a entretener unos instantes, o bien contribuir a que alguien transforme la forma en que se mira a sí mismo, cómo se relaciona con los demás e incluso con el mundo.

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Está claro que no se trata de generalizar: se puede ser un buen influencer y, al mismo tiempo, una buena influencia. La evidencia la tenemos en las personas referentes que hoy nos inspiran y promueven cambios positivos a través de las redes.

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La cuestión no sería, pues, desanimar a los jóvenes a soñar con ser influencers, sino acompañarles para que descubran que su valor no depende de un algoritmo, sino de su capacidad de aportar algo genuino y valioso al mundo. Y éste es un proceso que requiere un trabajo interior de autoconocimiento, paciencia y constancia.

La tecnología cambia a un ritmo vertiginoso. Por eso es urgente ayudar a niños y jóvenes a construir su propia brújula, hecha de valores sólidos como la autenticidad, la responsabilidad, la humildad o la solidaridad. Cuando la tentación del like se haga fuerte, esta brújula les recordará que un buen influencer puede ser una inspiración pasajera, pero una buena influencia puede transformarte de por vida.

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