Jugar a fútbol entre el barro

Se hizo viral hace unos días el vídeo de unos niños jugando al fútbol entre el barro en una calle del municipio valenciano de Aldaia devastado por la DANA. Crecí jugando al fútbol en calles como estas de Aldaia, otro pueblo de l'Horta Sud milagrosamente salvado de la catástrofe. En el programa Jugones de La Sexta buscaron a estos niños. Conmueve su espontaneidad. Su ternura. Aquellas sonrisas que se abren paso a la vida en mitad de la más absoluta de las tragedias.

Coincidencias de la vida que no se detiene, un par de semanas después del paso de la DANA tuve que llevar la comunicación de unas jornadas sobre psiquiatría y salud mental en guerras y catástrofes. Hablé con uno de los mayores expertos del mundo en trauma infantil. "Cuanto más rápido llegue la normalidad, mejor para los niños", me dijo el psiquiatra. Y mientras le escuchaba, pensé que aquellos niños que jugaban a fútbol entre el barro –de forma inconsciente, sin saberlo– lo que buscaban era normalidad. Deberemos aferrarnos a esto. A esos niños que no entienden de extrañeza o incredulidad. Si hace un día bueno y aparece un balón en medio de la calle, hay partido. Así de sencillo.

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Deberemos aferrarnos a ellos ya los adolescentes y jóvenes que deben vivir siempre bajo sospecha. Que si son unos perezosos, que si no estudian ni trabajan, que si no los sacas de la pantalla del móvil, que si se han criado entre algodones y ahora son una generación de cristal... A la hora de la verdad, en estos momentos en los que se mide de qué están hechas las personas, cientos de ellos han cruzado el ya conocido como puente de la solidaridad que une la ciudad de Valencia con los pueblos del sur o que caminaron durante kilómetros para ayudar a pueblos vecinos afectados por la DANA.

Lo hicieron armados con lo básico (cubos, escobas, agua) pero sin afán de protagonismo. Emociona ver y oír en los micrófonos de À Punt, la alcaldesa de Llocnou de la Corona, el pueblo con el término municipal más pequeño de España. Todo son casas bajas en este municipio del tamaño de un campo de fútbol embutido entre Sedaví y Alfafar que no salió indemne de la DANA. "Desde el principio han venido muchos voluntarios a ayudarnos. Y lo que más me ha llamado la atención es que era gente muy joven, a partir de dieciséis años. La verdad es que a mí esto me ha llenado el corazón , ver a gente joven como ha sufrido, como ha sido. Y no es que hayan venido un día, sino que al día siguiente los volvías a ver", afirmaba Paqui Llopis, la alcaldesa.

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Ellos son la esperanza

Escribe la autora sueca Hannah Arnesen en las páginas de Polvo de estrellas (Thule) que "la esperanza exige acción, la acción no es posible sin esperanza". Estos jóvenes demuestran que existe esperanza. Y como continúa Armesen, la esperanza "es un hacha con la que, en situaciones de emergencia, podemos derribar puertas, romper ventanas".

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Ahora tenemos esperanza. Y tampoco me cabe duda de que en esta recuperación jugará un papel fundamental la inocencia y las ganas de seguir jugando de los niños; y la fuerza, el empuje y las ganas de cambiar las cosas de unos adolescentes y jóvenes que entienden mejor que muchos adultos ególatras que, como bien dice el himno del País Valencià todos a una voz, hermanos, venga de tragedias como la provocada por la DANA no se sale con el yo, sino con el nosotros.