20 años de La Puntual: "Al principio muchos me decían que estaba loco por dejar un trabajo estable, pero nunca me he arrepentido"

BarcelonaEn el número 15 de la calle de Allada Vermell, en pleno barrio del Born, hay una puerta estrecha que invita a detenerse. Si la cruzas, descubres el teatro más pequeño de Barcelona: La Puntual. Con una capacidad entre 46 y 60 personas, es una de las salas más singulares de la ciudad. Los títeres, las marionetas y las sombras chinas son los protagonistas de las cuatro paredes que recogen el teatro desde hace dos décadas, que se ha convertido en un punto de encuentro para niños, familias, escuelas y artistas de todo el mundo.

El viernes 23 de septiembre de 2005, a las siete de la tarde y en plena fiesta mayor de la Mercè, La Puntual levantaba la persiana por primera vez. Lo hacía en un espacio que había sido, desde los años 80, el taller de creación de la compañía La Fanfarra y que, durante un tiempo, sirvió también de almacén del desaparecido teatro Malic. El fundador de ambos proyectos, Eugenio Navarro, decidió darle una nueva vida y convertirlo en el único teatro de títeres con programación estable de la ciudad de Barcelona. "No hay mejor ocasión para inaugurar el teatro que las fiestas de la ciudad", pensó, y así lo hizo, con un espectáculo suyo.

Sin embargo, la Puntual no es sólo un teatro. "Lo que yo quería era tener un sitio propio donde mostrar mis espectáculos e invitar a compañías para crear un espacio de intercambio y comunicación", recuerda hoy Eugenio Navarro, que pese a estar jubilado, pasa horas en el taller preparando nuevos montajes. Aquí no hay pantallas ni grandes decorados, sino objetos que cobran vida en manos de los titiriteros y que despiertan la imaginación del público, sean niños de tres años o padres y abuelos que reviven recuerdos de la infancia.

De un proyecto personal a una aventura familiar

El origen de La Puntual está íntimamente ligado al teatro Malic, fundado en 1984 por los tres miembros de la compañía de títeres La Fanfarra –Mariona Masgrau, Toni Rumbau y Eugenio Navarro–. A lo largo de dieciocho años fue un referente de la creación titiritera en Barcelona, ​​hasta que los socios decidieron cerrarlo y emprender caminos distintos. Navarro se quedó lo que hasta entonces había sido el taller de la compañía titiritera y aprovechó para hacer realidad un sueño largamente deseado: tener un teatro propio en el que representar sus espectáculos.

Con los años, el relevo generacional llegó de forma natural. Néstor Navarro, hijo de Eugenio, creció entre artistas, títeres, escenarios y giras en furgoneta, hasta que en el 2013 decidió dejar su trabajo en el Ayuntamiento de Barcelona para dedicarse plenamente al teatro.

Hoy es el director ejecutivo de La Puntual, y combina la gestión y la producción de espectáculos con la creación artística. "Al principio muchos me decían que estaba loco por dejar un trabajo estable, pero nunca me he arrepentido. Ver los ojos brillante de los niños durante una función o cómo los abuelos se emocionan con un títere vale más que cualquier otra cosa", explica Néstor Navarro.

Néstor Navarro recuerda que el verano del 2005, con los preparativos para la inauguración, fue "muy movido, pero muy divertido". Antes de involucrarse en el proyecto de La Puntual, estuvo durante una larga temporada en México, donde participó con la compañía de teatro de la Universidad de Monterrey. Y desde entonces ha estrenado adaptaciones de obras y ha firmado producciones propias que tienen una larga vida sobre los escenarios, como La sombra de Pinocho, que cumplirá 11 años, o Pipa, el títere maravilla, un nuevo títere de guante catalán, obra que acaba de cumplir nueve años.

"A la hora de crear espectáculos, pensamos siempre con que puedan resistir el paso del tiempo, tanto a nivel dramatúrgico como material, porque el humor y la sociedad cambian y es necesario adaptarse", afirma Navarro hijo. Con sus espectáculos ha viajado por todo el mundo, como Bélgica, Holanda, Italia, Reino Unido, Brasil, India, Colombia o Canadá, para participar en festivales internacionales de títeres.

El arte y la pasión de los titiriteros

Lo que más fascina a Eugenio Navarro del oficio de titiritero es el concepto de jugar, poder hacer reír y sorprender al público. "Estar en lo alto de un escenario es como un juego interminable", reitera Néstor, quien explica que en cada función el público es diferente y eso les permite matizar una palabra, redondear un gag o cambiar un chiste. Por su parte, lo que más le gusta ser titiritero es hacer reír al público y también emocionarle, pero sobre todo, hacerle disfrutar y ayudarle a escapar de la rutina. "Cuando termina la función, la gente te devuelve lo que les has ofrecido con aplausos y comentarios bonitos", explica Néstor Navarro. Y es ese regreso directo de los niños y las familias "lo más satisfactorio del trabajo del titiritero", asegura.

"El motor de La Puntual es cómo lo viven los niños", resume Néstor. Algunos estallan de risa y participan llamando a los personajes, otros se mantienen en silencio, inmersos en la historia. Los abuelos, en cambio, añaden otra capa de emoción: "Cuando el abuelo o abuela se acerca al final de la obra y te dice que ha hecho un viaje de 60 o 70 años atrás y ha vuelto a descubrir al niño que tienen todavía guardado, es muy emocionante", coinciden padre e hijo. Esta capacidad de conectar generaciones es, para ellos, la mayor magia de los títeres.

Más allá de las obras de teatro

Nada más entrar en el teatro, normalmente nos encontraríamos con unas pequeñas gradas para el público. Sin embargo, hay días que una mesa ocupa gran parte del local porque por la tarde reciben un grupo de niños y niñas para hacer un taller de marionetas. Los niños pueden construir sus propios títeres y descubrir que ésta es una de las artes escénicas más completas: une creatividad plástica, narración, voz, movimiento y humor. El objetivo de estas actividades es mantener viva la imaginación y la cultura para los títeres.

La Puntual, del corazón de Barcelona en el mundo

Cada año, La Puntual acoge en torno a 250 funciones. El repertorio es variado y pensado para público familiar, pero también incluye compañías internacionales venidas de Europa, América y Asia, que presentan espectáculos de títere de guante, sombras chinas o propuestas híbridas. Sus producciones han viajado por todo el mundo y han participado en festivales internacionales, pero el corazón del proyecto sigue siendo en este pequeño local íntimo y acogedor del Born.

El público de La Puntual, que está a partir de los tres y hasta los siete años, va mucho más allá de las familias barcelonesas: muchos de los espectadores son residentes extranjeros que buscan compartir con sus hijos una tradición que en sus países está muy presente. Británicos, alemanes, argentinos, ucranianos o rusos llenan a menudo las butacas del teatro, lo que demuestra que el arte de los títeres es un lenguaje universal que no necesita traducción.

Veinte años después de levantar el telón por primera vez, La Puntual se ha convertido mucho más que en un teatro: es la casa de los títeres de Barcelona donde conviven la experiencia de Eugenio –el próximo año celebrará 50 años de titiritero– y la nueva mirada del Néstor.

El proyecto de La Puntual se ha consolidado como referente cultural en la capital catalana. "Ahora el reto es sobrevivir, crecer sin perder la esencia y mantener una programación con la máxima calidad posible", explica Néstor. "Estoy muy contento de haber creado lo que hemos hecho", concluye Eugenio, satisfecho de ver cómo ese sueño personal es hoy un referente internacional del arte de los títeres y marionetas.