10 edificios increíbles que no llegaron a construirse

BarcelonaLas razones por las que un edificio puede que no pase de la fase de proyecto son muchas: las más habituales suelen ser el exceso de ambición de los arquitectos y la falta de financiación. Y también intervienen los cambios políticos. La editorial Phaidon recoge más de 300 casos de todo el mundo en el libro ilustrado Atlas of never built architecture [Atlas de la arquitectura nunca construida], de Greg Goldin y Sam Lubell. Estos son diez de los proyectos emblemáticos que recoge, algunos de los cuales tienen acento catalán.

El pabellón alemán de la Exposición Universal de 1929, de Mies van der Rohe, podría no haber estado solo como icono moderno pionero en Barcelona. Los planes de las autoridades alemanas también incluían un club de tenis con vistas al mar obra de un arquitecto hoy menos popular, Carl Fieger, pero esencial en el desarrollo de la etapa inicial de la Bauhaus en Dessau. Del proyecto, Lubell y Goldin destacan la fachada como una "potente superficie de hormigón" moldeada por la sucesión de ventanas. El complejo también incluía un pabellón de acero y vidrio que era una adaptación del ala-taller de la Bauhaus. Desgraciadamente, este proyecto y otros muchos de Fieger cayeron en el olvido durante décadas.

El arquitecto suizo Pascal Häusermann quería conseguir que las viviendas dejaran de ser "un corsé y una cárcel", como dicen Goldin y Lubell, y que evolucionaran con las vidas de sus habitantes. Por eso experimentó con las estructuras celulares, como es el caso de una propuesta de hotel en Menorca, compuesto por varias capas de celdas sostenidas por unas gigantescas patas de acero. "Unas grandes ventanas ovaladas orientadas al mar reforzaban la impresión de una colonia de seres vivos que había salido arrastrada del mar", recuerdan los autores. Como en otros casos, el proyecto murió por la falta de financiación.

Se trata de un complejo residencial que, como se puede leer en la web del arquitecto Ricard Bofill, fue concebido como "una calle cubierta de unos 300 metros de largo y 70 metros de altura, con una anchura que varía entre los 20 y 60 metros". La distribución y el diseño evocan una catedral gótica y, al mismo tiempo, reflejan el afán de Bofill y sus colaboradores de ese momento de demostrar cómo "la metodología geométrica se puede utilizar de diferentes maneras para producir objetos arquitectónicos de relevancia y usos diversos". El complejo incluía viviendas, oficinas, escuelas, tiendas, teatros y espacios verdes. Sin embargo, la idea no convenció al alcalde de Cergy-Pontoise, al noroeste de París. En cambio, otro proyecto emblemático de Bofill de aquellos años, el Walden 7, en Sant Just Desvern, sí se construyó. Y en 1985 Bofill sí salió con otro proyecto en Cergy-Pontoise: el Belvedere Saint Christophe, un semicírculo neoclásico de viviendas para 190 familias.

Las Vegas es un terreno abonado para que se construyan los edificios más extravagantes y gigantescos, como este hotel entre futurista y oriental diseñado por el arquitecto Martin Stern Jr., conocido por otros hoteles en la misma zona como el Riviera, el Stardust y el MGM Grand Hotel & Casino. Los promotores de Xanadú recibieron los permisos, pero las disputas económicas y la relación con las administraciones empantanaron el proyecto, que fracasó. También fracasaron intentos posteriores para reavivarlo. Años después, el solar donde debía estar Xanadú lo ocupó el hotel Excalibur, con 4.032 habitaciones. Para los nostálgicos, Betvictor ha lanzado una web donde se pueden encontrar recreaciones de estos y otros proyectos de hoteles y casinos de Las Vegas que quedaron en el cajón.

La altura a veces demasiado ambiciosa de los edificios es un rasgo común de muchos proyectos que quedaron en el cajón, como esta torre de 35 pisos que la compañía petrolera tejana MGF Oil encargó al estudio de IM Pei en un momento en que tenía ganancias astronómicas gracias a los elevados precios del petróleo. El diseño de la torre, dirigido por el director de diseño del estudio, Harold Fredenburgh, se caracteriza por una base cuadrada, habitual en la arquitectura posmoderna de la época, y un obelisco partido en dos por la caja de los ascensores más alta. El proyecto quedó interrumpido porque los precios del petróleo cayeron en picado y la empresa fue una de las petroleras que quebró.

La obra por la que el arquitecto estadounidense de origen polaco Daniel Libeskind es más conocido es el Museo Judío de Berlín. Esta obra, y otras como el Monumento Nacional al Holocausto de Ottawa, ponen de manifiesto cómo Libeskind ha sido lo suficientemente valiente para dar forma a los hechos más terribles del siglo XX. Pero al mismo tiempo, sus detractores pueden encontrar sus edificios agresivos o excesivos. Su proyecto de ampliación del museo Victoria & Albert fue uno de estos casos desafortunados: pese a ganar el concurso convocado por el propio museo en 1996, el interés por el proyecto, en el que llama la atención una espiral entre edificios históricos, fue en declive hasta quedar descartado. Algunas críticas fueron crueles: The Guardian publicó una en la que describían el proyecto como "el Guggenheim de Bilbao puesto boca abajo y golpeado salvajemente con un martillo". Al final, el museo lo amplió la arquitecta Amanda Levete, quien describió la propuesta de Libeskind como "el fin de la arquitectura como icono".

La razón por la que este gran proyecto de Zaha Hadid quedó en el cajón fue un cambio en la dirección creativa del promotor, el Rooya Group, que prefirió la inspiración mediterránea en vez de sus edificios sinuosos y monumentales. Se trataba de un encargo de enormes dimensiones: 18 edificios, la mitad orientados a norte y otros a sur, en una superficie de 17 hectáreas. Los usos incluían un hotel de cinco estrellas, 1.430 viviendas y 30 millones de metros cuadrados de oficinas. La parte superior de las torres de la parte sur estaba curvada como si fuera la cabeza de una serpiente para crear un voladizo, mientras que las de la parte norte parecían las ramas trepadoras de un árbol. Las superficies de hormigón habrían tenido relieves evocadores de los antiguos jeroglíficos. El libro incluye otro proyecto nonato de Hadid, la Ópera de Dubai, como fue también lo fue, en Barcelona, la Torre Espiral en la zona del Fòrum, de la que se llegó a poner la primera piedra.

Para Sam Lubell y Greg Goldin, el proyecto del Museo de Arte Strongoli, una localidad de 6.500 habitantes del sur de Italia, es fruto del impacto que el Guggenheim de Bilbao tuvo en el mundo de los museos, en la medida que hizo que los arquitectos empezaran a pensar en el contenedor al mismo nivel que en el contenido. O incluso pensaron más en las formas del edificio que en la función, como parece que les ocurrió en este caso a los arquitectos del estudio austríaco Coop Himmelb(l)au, con esta cinta metálica aparentemente atornillada por el viento en la cima de la colina de Motta Grande, 1.500 metros por encima del pueblo. El encargo fue realizado por la galerista milanesa Carla Delia Piscitelli, pero el proyecto no pasó del encargo.

El rascacielos de usos mixtos Peruri, en Yakarta (Indonesia), una auténtica ciudad vertical, es uno de los edificios nonatos más impactantes: los arquitectos del estudio neerlandés MVRDV hicieron contrastar una esbelta torre de unos 400 metros de altura una decena de piezas más en la base, colocadas como si estuvieran apiladas azarosamente, a veces con juegos de equilibrios desafiantes. El edificio, cuyo nombre hace referencia a la promotora, la compañía monetaria de Indonesia, debía ser uno de los grandes hitos de Yakarta y uno de los edificios más altos del sudeste asiático. Los arquitectos definieron a Peruri 88 como "una nueva miniciudad verde, más densa y social", y un "monumento al desarrollo de Yakarta como un icono moderno surgido literalmente del propio tejido de la ciudad", y lo justificaron porque habría contribuido a densificar la zona y le habría aportado más verde. En cuanto a los usos, Peruri 88 debía acoger tiendas, oficinas, viviendas, un hotel de lujo, un aparcamiento de cuatro pisos, una capilla para celebrar bodas, una mezquita, cines, un anfiteatro al aire libre y un restaurante panorámico en la planta 88. Sin embargo, los autores de Atlas of never built architecture recuerdan que los críticos le calificaron de "banal". Por último, no salió adelante. Una de las razones sería que la altura de la torre principal habría obstaculizado el tráfico de los helicópteros de una comisaría cercana.

Pese a ganar un concurso en 2015, el proyecto del arquitecto Josep Miàs de un nuevo centro de alto rendimiento en el Port d'Envalira quedó en el cajón, y hace dos años empezaron las obras de otro equipamiento, totalmente diferente. El proyecto de Miàs se basaba en concebir el centro como una retahíla de edificios enterrados que se fusionaban con el paisaje, como si fueran una colina artificial. El edificio preexistente de Sud Ràdio servía de entrada principal y acogía un centro deportivo, mientras que los nuevos estaban dedicados al hotel de deportistas, un aparcamiento subterráneo, el área de servicios, un spa y un centro acuático.