Un Batman maestro de la manipulación en la Francia de Luis XVIII

El joven Edmond Dantès tiene suerte en la vida. Los aristócratas a los que sirve su padre le han proporcionado una formación como marinero, así que Dantès escala profesionalmente y se dispone a casarse con una familiar de los dueños. Las cosas se dan la vuelta rápidamente y el protagonista pasa años y cerraduras en una cárcel terrible por una acusación falsa, hasta que el azar le proporciona una oportunidad de huir… y de vengarse de quienes provocaron su drama.

Los directores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, guionistas del reciente díptico cinematográfico Los tres mosqueteros, firman una adaptación deEl conde de Montecristo que tiene un pie y medio en las convenciones del audiovisual comercialísimo de Hollywood. Una huelga especificidad cultural francesa enfatiza su aire de producto impersonal. Un primer tramo algo fragmentario, con disparos de trailer de película sobre los orígenes de un héroe, explica el trasfondo de la venganza. Los autores profundizan más en el posterior tejido de engaños y manipulaciones que trama un Dantés ya maduro en torno a los culpables de su caída.

Puede sorprender que los responsables del filme flirteen con la narrativa juvenil de los héroes de cómic, pero la estrategia no es descabellada: la novela original es un eslabón ilustre de una tradición popular de justicieros adinerados como El Zorro o Batman. Esta versión parece diseñada para agobiar a través de la exhibición logística (bellos paisajes, grandes mansiones, músicas grandilocuentes y cámaras en movimiento casi perpetuo), pero quizás atrae más cuando muestra la planificación y ejecución de simulaciones refinadamente crueles por parte de Dantès y los sus compañeros de venganza en un mundo donde (casi) todo el mundo finge. El resultado es un entretenimiento ligero para bien y para mal: se desarrolla de forma suficientemente fluida, pero quizá carece del peso dramático deseable en una obra de dimensiones épicas.