El cine-río de Hong Sang-soo: siempre igual y siempre distinto

Después de una treintena de películas, hemos aprendido que cada nuevo estreno de Hong Sang-soo será, nada más y nada menos, un nuevo estreno de Hong Sang-soo. No será más, porque sus obras son todas parte de uno continuum, de un todo en el que los nuevos títulos se pueden confundir o ser intercambiables por filmes anteriores. Ahora bien, tampoco será menos, porque el cineasta coreano siempre alcanza unos mínimos de interés y agudeza en su observación transparente y repetitiva del comportamiento humano (quizás somos así: repetitivos). Y aunque sea como un caso de estudio para los amantes de los ejercicios de tema y variaciones (y aquí entran los admiradores de Bach, Cézanne, Ramones y, ya en cine, de Ozu y Rohmer), sus películas siempre aportan.

Así que, aunque duele decir si un filme de Sang-soo es mejor o peor que otro, llegamos a En la corriente activando otro de los aspectos positivos que siempre tiene su cine: debemos ser nosotros, como espectadores, los que debemos extraer el mensaje, a menudo escondido entre líneas, en un gesto aparentemente baladí, en unos diálogos intrascendentes de una cena bien empapada de alcohol. En esta ocasión, Sang-soo habla de la toma de conciencia de que muchos hechos de esta vida ocurren porque ocurren, que son inevitables y no se pueden tener ni previstos ni son lo que quisiéramos. Pero, como ocurre con la protagonista de En la corriente, lo mejor que se puede hacer es, como dice el título, asumir que todo –nosotros también– forma parte de un flujo. El cine de Sang-soo, también.