El fenómeno de terror del año es un reto viral

Este crítico comprendió que había cambiado de guardia generacional al sentir desconcierto y fracasar descifrando la lógica de cómo se divierten y se relacionan hoy los jóvenes, exponiéndose y desafiándose mediante las redes sociales. Los hermanos Danny y Michael Philippou no son precisamente unos extraños a este lenguaje, puesto que han pasado los últimos diez años alimentando un canal de YouTube con vídeos de ocurrencias salvajes; una forma de matar el tiempo que les ha acabado llevando a dirigir un largometraje, Háblame, que causó furor en los festivales de Sundance y Berlín, hasta el punto de ser adquirido por el catálogo de A24, la productora del momento.

En la película, la nueva moda entre los jóvenes de los suburbios australianos es grabarse tocando la mano supuestamente embalsamada de un médium, que les permite invocar y ser poseídos por los espíritus durante unos breves, pero imborrables, instantes, inevitablemente compartidos y viralizados. Una noche, el juego se descontrola para Mia, una adolescente que llora la muerte de su madre, y los espectros comienzan a acosarla. A partir de ese momento, el tándem formado por los Philippou revela que, pese a su educación digital y cercanía a la generación Z, hablan con un acento que denota la influencia de los fundamentos del terror moderno, definidos en los setenta y ochenta. En los momentos álgidos, Háblame exhibe un músculo adrenalítico digno del Sam Raimi de Posesión infernal, y aunque no logra mantener el nivel de intensidad durante todo el trayecto, tiene la nobleza de aguantar la mirada a su atormentada protagonista, encarnada con fuerza y vulnerabilidad por Sophie Wilde, y le acompaña en un viaje por las sombras del duelo hasta llegar a uno de los cierres más redondos y maliciosos del horror reciente, que habrían aplaudido a maestros del golpe de efecto macabro como Rod Serling y Richard Matheson.