El genio del cine coreano nos invita a buscar piso nuevo

La no-precisamente-última película de Hong Sang-soo (tiene dos más acabadas y quién sabe cuántas a punto de salir del horno) tiene como punto de partida un pensamiento con el que todo el mundo se puede identificar. Se trata de ese flash que nos pasa por la cabeza cuando visitamos el piso de algún amigo o conocido y nos proyectamos a nosotros mismos viviendo allí, en un espacio diferente que podría cambiar nuestra existencia de forma sutil o definitiva. Esto es más o menos lo que le ocurre a Byungsoo, el enésimo director de cine protagonista de la obra hongiana (con las facciones del habitual Kwon Hae-hyo), cuando visita a una antigua amiga que ahora es propietaria de un pequeño edificio.

Poco después, vemos al cineasta viviendo en uno de los pisos, y más adelante en otro, en compañía de diferentes mujeres que despiertan el recelo de la propietaria (¿y quizás examante?). No importa si lo que vemos en En lo alto es real o imaginario, porque Hong vuelve a demostrar su genio para adentrarnos en un laberinto de vidas posibles y paralelas con tanta gentileza que ni siquiera se nos ocurre preguntarle por el camino de regreso. Además, el filme contiene una de las mejores secuencias de su filmografía reciente (aquella en la que Byungsoo cuenta, con una candidez desarmante, cómo Dios se le apareció para convencerle de que no dejara de hacer películas) y un movimiento sísmico en las costumbres de sus personajes, que ahora prefieren emborracharse con vino en vez de soju.