El inesperado regreso al armario de un abuelo gay

Subvirtiendo los códigos narrativos del cine queer, que históricamente ha luchado por ilustrar difíciles procesos de liberación, Maspalomas traza el doloroso camino de regreso a la autorrepresión de un anciano que, tras dos décadas disfrutando de su homosexualidad (en la localidad canaria que da título al filme), sufre un ictus y decide volver a entrar en el armario cuando es ingresado en una residencia de su País Vasco natal. La exploración de la experiencia queer en la vejez –entendida como un proceso de búsqueda de la identidad– no le viene de nuevo al guionista y director José Mari Goenaga, que en el 2010 ya abordó esa temática en la película En 80 días, más centrada en el universo femenino.

Ahora, Goenaga –acompañado de Aitor Arregi, del colectivo Moriarti–, vuelve a retratar la lucha de un individuo contra una sociedad conservadora, rompiendo tabúes sexuales, pero también reflexionando sobre el enquistamiento de los prejuicios y la transmisión de los miedos en las relaciones paternofiliales. El resultado de este matizado estudio psicológico y sociológico es un filme que, prescindiendo de grandes aspavientos estéticos, sabe transitar de la luz a la oscuridad sin caer en el melodrama, respetando la dignidad de su protagonista. Mención aparte merece el veterano actor José Ramón Soroiz, un emblema del teatro y la televisión vasca que regala una primorosa encarnación de los deseos primarios, los terrores encubiertos y unos anhelos que se resisten a claudicar.