'MaXXXine': cómo llegar a la fama a base de navajazos

El valor de la trilogía que forman X, Pearl y la flamante MaXXXine radica en que constituye una franquicia donde cada capítulo tiene personalidad propia y complementa a los demás. Comenzó como un notable slasher en torno a los eternos vínculos entre sexo y violencia, para continuar con una precuela con forma de melodrama gótico (y gore), y llega al final disfrazándose de sátira sobre la esquina oscura de Hollywood. Esto no significa que esta progresión responda a un discurso meditado; más bien es consecuencia del sentido de la oportunidad de Ti West para estirar el chicle de la materia prima. Solo hace falta observar cómo X construía su sentido a partir de la puesta en escena, particularmente del montaje, y compararlo con la predilección de MaXXXine por el comentario de texto ingeniosamente retórico: al fin y al cabo, se abre con una cita de Bette Davis –“En este negocio no eres una estrella hasta que no te conocen como un monstruo”– y se cierra con… Bette Davis eyes, la canción popularizada por Kim Carnes.

En MaXXXine reencontramos la final girl del primer filme en el ecuador de la década de los ochenta, convertida en diva del porno a punto de dar el salto al cine comercial, y con el pasado llamando a la puerta para volver a rodearla de muerte. La abundancia de ambientes sórdidos, de colores que parecen sudar en la pantalla y de tipologías humanas poco recomendables (como el viscoso detective que encarna Kevin Bacon) remite a los períodos más amorales del cine de explotación, pero en esta ocasión los códigos del género interesan menos a West que la ambición de su protagonista por llegar a la cima… quizás porque comparte con ella la convicción de que después de tantos años en las trincheras, ya es hora de brillar bajo los focos. El director puede estar listo para su primer plano, pero si MaXXXine vibra es gracias a Mia Goth, que a lo largo de la saga ha hecho crecer su aura con sangre, lágrimas y una mirada que atraviesa a sus enemigos, y también la cámara.