'Oppenheimer': Christopher Nolan se hace un autorretrato en el 'biopic' del padre de la bomba atómica
El filme es un 'blockbuster' a contracorriente en el que las escenas de diálogo tienen la tensión de una secuencia de acción
'Oppenheimer'
- Dirección: Christopher Nolan
- Guion: Christopher Nolan a partir del ensayo Oppenheimer de Kai Bird y Martin J. Sherwin
- 180 minutos
- Estados Unidos (2023)
- Con Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Emily Blunt y Matt Damon
La descripción que el nuevo filme de Christopher Nolan ofrece del físico estadounidense Robert Oppenheimer no difiere demasiado de la imagen que el cineasta británico parece haber construido de sí mismo a lo largo de dos décadas: un visionario privilegiado con una manera única e irrenunciable de observar y entender el mundo que le convirtió en un personaje incómodo para un cierto establishment. Oppenheimer es, por tanto, un biopic atípico del padre de la bomba atómica, pero también podría ser una especie de autorretrato de un cineasta que, como el científico que dirigió el primer programa nuclear estadounidense en el laboratorio de Los Alamos durante la Segunda Guerra Mundial, logró un hito inigualable seguido de una relación tortuosa con sus antiguos superiores (el filme es el primero que Nolan dirige tras su accidentada salida de Warner, el estudio que había producido todas sus películas desde Insomnio).
Pero quien conozca la filmografía de Nolan y su intersección habitual con la ciencia (la teoría de cuerdas en Interstellar) y los científicos (Nikola Tesla como invitado de lujo en El truco final) no se sorprenderá con el desfile de mentes brillantes (Albert Einstein, Niels Bohr, etc.) que protagonizan Oppenheimer, un blockbuster a contracorriente construido a partir de elaboradas escenas de diálogo montadas –por Jennifer Lame– con la tensión de una secuencia de acción. En esta película todo es una cuestión de escala; si la física cuántica es capaz de contar los fenómenos más complejos del Universo a partir del estudio de sus unidades más diminutas, Nolan se sube a la historia en mayúsculas para narrar una tragedia íntima en primera persona y cristalizada en la cara angulosa y la mirada febril de Cillian Murphy, filmado en espectaculares primeros planos en 70 mm. Este es el auténtico paisaje desconocido, el planeta lejano que al cineasta le interesa explorar: el misterio de una conciencia humana tan capaz de crear algo extraordinario como de provocar su propia autodestrucción.
Es una lástima que el filme –que sigue una estructura fragmentada y típicamente nolaniana que aborda los años de la guerra, pero también el McCarthismo y la caza de brujas– tienda a simplificar su discurso en el último tercio, culpando a una venganza personal del vía crucis del protagonista y, por tanto, anulando la posibilidad de analizar en profundidad la responsabilidad de una potencia como Estados Unidos y su política belicista.