'Pobres criaturas', la odisea sexual de Emma Stone
La actriz protagoniza la película de Yorgos Lanthimos ganadora del León de Oro de Venecia y con once nominaciones a los Oscar
'Pobres criaturas'
- Dirección: Yorgos Lanthimos. Guión: Tony McNamara, a partir de la novela de Alasdair Gray
- 141 minutos
- Estados Unidos (2023)
- Con: Emma Stone, Mark Ruffalo, Willem Dafoe y Ramy Youssef
¿Ha creado Yorgos Lanthimos, para sorpresa de todas, una divertidísima odisea feminista? ¿O es Pobres criaturas un filme que plantea de forma muy inteligente –y utilizando las palabras de una colega de profesión– la perfecta fantasía masculina de una atractiva mujer-niña con un insaciable apetito sexual? En algunos pasajes, esta versión femenina, cómica y lujuriosa del mito de Frankenstein quizás flirtea con la segunda idea (el segmento de París, el personaje de Margaret Qualley), pero dos elementos inclinan la balanza hacia la primera opción: un desenlace radical, distinto a la novela de Alasdair Gray, y el trabajo actoral –y autoral– de Emma Stone, también productora del filme.
En una interpretación atrevida, sin red de seguridad, la actriz encarna a Bella Baxter, una mujer muerta que vuelve a la vida gracias a un mad doctor (Willem Dafoe) que se convierte en una figura paternal controladora. Bregada en la improvisación y la comedia física, Stone hace visible el trayecto vital de la Bella –desde sus balbuceantes e infantiles primeros pasos a la procacidad sexual y confianza intelectual que exhibe como adulta– a través de un trabajo excéntrico y dislocado con el cuerpo. La muestra más evidente es una grandiosa escena de baile compartida con un Mark Ruffalo que se lo pasa en grande con el seductor de pacotilla que interpreta.
La heterogénea y abrumadora propuesta formal del director de La favorita (lentes deformantes, barroca imaginería digital) está en absoluta sintonía con el viaje de Bella, y se estabiliza a medida que la joven pasa de la dependencia a la autonomía, y de la ignorancia al conocimiento. La escena final, una especie de gineceo utópico, un Jardín del Edén donde Dios (el Padre) ha muerto y ha sido suplantado por una mujer-monstruo con infinita sed sexual e intelectual, no deja lugar a dudas sobre la provocadora reflexión que el filme propone.