Recubrir la crisis habitacional de fantasías y juegos

Del crack del 2008 surgieron los pequeños hedonismos de una juventud marcada por los sueldos bajos y la corrosión de los ascensores sociales: puesto que nos hemos quedado sin futuro, pagamos un café y unas pastas más caras para disfrutar del presente. La furgo, adaptación del cómic homónimo, nos habla de los choques de realidad posteriores a través de la historia de Os, un hombre aficionado al dibujo que vive en una furgoneta después de separarse de la compañera. Marcada por el humor defensivo del personaje principal, esta comedia dramática es una especie de La vida es hermosa de la precariedad en la que el adulto recubre la miseria con juegos y fantasías para proteger a su hija (¿o su orgullo?).

El filme tiene cierta cosa de cuento, de variación fabulosa de la realidad donde incluso los empresarios más explotadores son divertidamente pintorescos. La importancia otorgada a la música de Marc Parrot, junto a la inclusión de escenas de animación, potencian la naturaleza dual del relato: la alabanza de la imaginación convive con la crítica al deseo de evadirse de los problemas. El equipo actoral logra dar cuerpo a este universo de ambivalencias, de realismo poetizado, de solidaridades entre personas que están a punto de caer por los acantilados de un mundo que parece que no podemos cambiar. Los autores rascan sin hacer sangre: cuando la historia empieza a ponerse demasiado dramática, irrumpe un final feliz que puede causar alivio o una sonrisa sarcástica... o las dos cosas a la vez.

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