La última noche de un perro antes de ser castrado, el filme más divertido de este verano en Netflix

Caram, qué choque que hace la cosecha de animación de Netflix de este 2025. Después de excelentes largometrajes como la nueva de Wallace & Gromit o el fenómeno Las guerreras K-pop y de series tan exitosas como Devil may cry y Astérix y Obélix: el combate de los jefes, sólo les faltaba acabar de abonarlo con una torpeza como Despelote. Esta comedia de animación para adultos, y mucho para adultos, llega además con firma de autor: la del gran Genndy Tartakovsky, creador, entre otros, deEl laboratorio de Dexter y Samurai Jack y director de Las Supernenas, Star Wars: clone wars y Hotel Transilvania. Aristocracia del cartoon.

Despelote es un estirabot que si fuera cómic sería un fancín. O quizás una tira –entre entrañable y gamberra– deEl Jueves. Y si fuera una película protagonizada por seres humanos –como en principio la tenía pensada Tartakovsky– sería una comedia universitaria grosera como las que hacían los Farrelly o Seth Rogen a principios de siglo. Pero ésta es la historia animada en 2D de la última noche de un perro antes de ser castrado. Como punto de partida es tan anacrónico, incorrecto y alocado que, en realidad, es extemporáneo. Un exabrupto que no por ser un exabrupto deja de tener lecturas muy interesantes sobre el clasismo y el racismo –entre perros, las diferencias de casta y linaje son tan evidentes como metafóricas– o la masculinidad tóxica. Al final, Despelote va de las absurdas dinámicas de grupo en las que todavía se valora por encima de los demás quien tenga cojones.