La última película rodada por el actor Gaspard Ulliel antes de morir es la historia de una emocionante despedida

¿Qué es un cuerpo enfermo? ¿Cómo observarlo, aproximarse a él y entender las emociones de la persona que padece una enfermedad irreversible? La sociedad actual todavía no ha encontrado la manera de mirar cara a la enfermedad y la muerte, y ni siquiera el cine, tan proclive a exhibir la violencia, ha logrado superar este tabú con madurez suficiente. No es el caso de Más que nunca, donde la directora alemana Emily Atef plantea estas cuestiones durante los primeros compases de la película: Hélène (Vicky Krieps) se está probando ropa, pero no se reconoce en el espejo; se siente incómoda y, enseguida, intuimos que su cuerpo será una fuerza narrativa disruptiva.

Más que nunca es la historia de una pareja afectada por la enfermedad. Hélène sufre una extraña fibrosis pulmonar que la está consumiendo y mientras ella intenta asumir que se muere, Matthieu, su pareja, interpretado por un desgarrador Gaspard Ulliel en su última película, se aferra a las esperanzas de una ciencia médica que aspira a alargarle la vida. ¿Cómo hablar de ese conflicto tan decisivo y resolver la distancia emocional entre ellos?

Atef modula su melodrama romántico a partir de estos interrogantes y de un viaje hacia los confines del mundo, donde la soledad forma parte de un paisaje monumental. Tras consultar en internet “qué hacer cuando te estás muriendo” y terminar en la web de un noruego enfermo de cáncer, la protagonista viaja hacia Noruega para conocer los fiordos y a sí misma. Es en este entorno salvaje donde la visualización de la enfermedad ocupa un segundo plano en la película, diluida en el proceso de autoconocimiento de Hélène. Quizás este arco dramático deja muchas preguntas sin responder, pero Atef logra imprimir una profundidad poética a la separación de estos amantes y a un último aliento compartido, delicado y sobrecogedor.