Guillermo del Toro lleva su lección de anatomía en Netflix
Oscar Isaac y Jacob Elordi protagonizan 'Frankenstein', el proyecto soñado del director mexicano
'Frankenstein'
- Dirección y guión: Guillermo del Toro
- 150 minutos
- Estados Unidos (2025)
- Con Oscar Isaac, Jacob Elordi, Mia Goth y Christoph Waltz
Guillermo del Toro es un Prometeo accidental. Un cineasta que ama lo fantástico incondicionalmente, pero que ha alcanzado un prestigio y el acceso a unos presupuestos que sus maestros de la serie B ni se atrevían a soñar, convirtiendo a los suyos trabajos de amor en manifiestos definitivos que, sin pretenderlo, desafían el recuerdo de sus referentes. Es lógico, pues, que el director mexicano haya materializado una versión de Frankenstein más larga, romántica y ampulosa que cualquier adaptación previa del libro de Mary Shelley… Pero con un sentido de la maravilla empequeñecido por la lógica industrial de Netflix, totalmente desinteresada en la posteridad icónica.
Dividida en dos secciones, la película se centra primero en Victor Frankenstein, encarnado por Oscar Isaac con arrogancia apasionada. Paradigma del científico loco, desobedece la sensatez para llegar donde nadie lo ha hecho nunca, creando una nueva vida a partir de cadáveres troceados y ensamblados con cuidado, mientras Del Toro aprovecha la ocasión para elaborar un atlas de aquellos recursos científicos a los que el tiempo ha dado un carácter morboso, de las venus anatómicas a las Taules. En el segundo segmento, es la Cría quien cuenta su parte de la historia, expresándose con la elocuencia que exhibe en las páginas de Shelley y de la que el cine suele privarla. Darle voz es una decisión coherente con la simpatía que el director de La forma del agua siendo por lo extraño, y según la cual, la Cría no puede ser sólo un símbolo atroz. Su violencia no es sino una expresión sublimada del desconcierto y sufrimiento de cualquier ser vivo, sentimientos perfectamente encapsulados por la figura imponente y al mismo tiempo vulnerable de Jacob Elordi. El director permite un giro final benigno: la reconciliación entre Frankenstein y la Cría. Un gesto insólito, pero no tan emocionante como el abrazo, maravillado y puro, que se dan el monstruo y su creador al descubrirse mutuamente. Un instante excepcional en el que Del Toro demuestra comprender la vida (casi) tan bien como la muerte.