La película que ha obtenido la nota del público más alta de la historia del Festival de San Sebastián

Thibaut (Benjamin Lavernhe) es un exitoso director de orquesta al que le diagnostican una leucemia. Debido al tratamiento, descubre que es adoptado y que tiene un hermano, Jimmy (Pierre Lottin, un actor que clava a estos personajes nada sofisticados) también acogido en una familia, pero muy diferente a la suya. Separados al nacer, ambos hombres ilustran hasta qué punto la clase marca la vida de una persona. Porque Thibaut también adora la música, pero él no ha pasado de tocar en el lado del pueblo.

Con este material, los responsables de Por todo lo alto (premio del público en el Festival de San Sebastián, con la nota más alta de la historia del certamen) pudieron recurrir a las estrategias de la película de buenos sentimientos que apuesta por las soluciones fáciles e impone una reconciliación social a través de las emociones, y no de la política. Sin dejar de moverse en la esfera emotiva, el filme perfila personajes complejos y creíbles, evitando el fofoísmo en cuanto a las respectivas luchas de sus protagonistas. Por todo lo alto (en fanfare en la versión original francesa) ofrece un retrato realista del rol de las bandas musicales en la estructura social y melómana de tantas villas, una realidad aquí vigente en el País Valenciano; a su vez, recoge las luchas obreras en el norte de Francia, territorio en continuo proceso de desmantelamiento del tejido industrial. A todo ello se le añade el uso clave de la música, del jazz a la clásica, aunque es elEmmenez-moi de Charlez Aznavour, himno a la luz entonado desde la grisura del norte, el tema que eleva la película a su momento más conmovedor.