Arte

Joan Miró, un asunto familiar de altísimo vuelo artístico

La fundación del artista organiza una magnífica exposición a partir del último legado depositado por los herederos

BarcelonaEl depósito que los herederos del artista hicieron en la Fundación Joan Miró en septiembre fue una de las grandes noticias culturales del año pasado. Las 54 obras de Miró y las cinco de Alexander Calder que forman el legado estaban expuestas en la Fundación Mapfre madrileña y, ahora que ya están en Barcelona, el director de la fundación, Marko Daniel, y las conservadoras Elena Escolar y Dolors Rodríguez Roig les han preparado una bienvenida de categoría. Las han reunido en una exposición imprescindible titulada Miró. El legado más íntimo, que se podrá visitar hasta el 26 de septiembre, y en la que confluyen elementos como la vida familiar de Miró, una reflexión sobre diferentes maneras de coleccionar (porque las obras del último depósito conviven con otros depósitos familiares) y el origen de la fundación, basada en las donaciones del propio Miró.

“El depósito fue una sorpresa muy bonita para nosotros, en un momento en el que los museos y los centros de arte estaban afectados por la pandemia. Realmente, es un voto de confianza de la familia hacia nosotros”, dice Daniel. Para la presidenta de la Fundación Joan Miró, Sara Puig, el depósito es “una muestra más de la generosidad de la familia Miró, un bálsamo en medio de un contexto tan negativo como el que ha vivido el centro con la pandemia de estos últimos años”. 

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La muestra está formada por cerca de noventa obras, algunas de las cuales están expuestas de forma que se pueden ver las dedicatorias que hay en el dorso. El recorrido, que también incluye numerosas fotografías y documentos, está lleno de momentos memorables, el primero de ellos es toda una declaración de intenciones: la sala está presidida por Pintura (La botella de vino), un cuadro radical que Miró regaló a sus padres, que se habían opuesto a su vocación. Los detalles de la disputa y cómo acabó se pueden leer en una carta que hay junto al cuadro: “Me he dedicado al comercio, sin tener ninguna vocación, solo dejándome guiar por ustedes, que no conocían bien a fondo mis verdaderas aspiraciones”, espetó Miró a sus padres, antes de concluir con un portazo: “Renuncio, pues, a mi vida actual para dedicarme a la pintura”. Como destaca Rodríguez Roig, "la investigación nos ha permitido relacionar fondos como el del archivo de la fundación con el de la sucesión Miró".

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Más adelante hay varios conjuntos y diálogos igualmente memorables, siguiendo la tesis de la exposición que Miró creó una colección para sí mismo, otra para la mujer, Pilar Juncosa, y una tercera para la hija, Maria Dolors Miró. La estrella matinal, la única de las Constelaciones que hay en Europa y que fue propiedad de Pilar Juncosa, está flanqueada por una pared con obras evocadoras de la Guerra Civil y otra que remite a la Segunda Guerra Mundial. “Ahora podemos ver que los grandes hechos geopolíticos que destacamos en la exposición La escalera de la evasión tenían una relación con la familia. La familia no era un contrapunto en el mundo y, si lo miramos todo conjuntamente, podemos entender mucho mejor la obra de Miró”, dice Daniel. En cuanto a las diferentes colecciones familiares, el director de la fundación recuerda que a Miró le gustaba tener cerca algunos de sus trabajos porque continuaban siendo un motor creativo y entraban a formar parte de un archivo vivo que consultaba una y otra vez: “Él se reservó muchas obras propias que eran importantes para él, porque lo ayudaban a no olvidar quién era”.

El diálogo con los dibujos de la hija

También es sorprendente el diálogo de las obras de Miró con los dibujos infantiles de su hija. Es un tópico gastado intentar menospreciar la obra de madurez de Miró diciendo que parece hecha por un niño y ahora aquellos que lo dicen tendrían que ser los primeros en visitar la muestra para darse cuenta del aprecio y de las relaciones profundas que exudan algunos materiales expuestos. Otra nota en un papel diminuto revela como Miró pensó en convertir un juego de pelota con sus nietos, para los que creó otras colecciones posteriores, en un cuadro que tenía que tener “pelotazos de todos colores” y sus característicos signos. Precisamente el nieto de Miró, Joan Punyet Miró, recuerda a su abuela como “un auténtico pilar sobre el que descansaba toda la familia y que siempre ayudó al artista a tener los pies en la tierra”. También era “una gran cocinera y trataba con galeristas”. 

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El tramo final de la exposición, que cuenta con el patrocinio de la Fundación Banco Sabadell, es todavía más intenso. Una sala está dedicada a las pinturas que dio a los nietos, en las que se puede observar un detalle curioso: como artista, Miró firmaba con el apellido; en la dedicatoria, como “Joan”. Para acabar, los comisarios han querido crear un espacio recogido con cuatro de las impactantes pinturas quemadas de Miró, uno de los últimos exponentes de la lucha que mantuvo contra las convenciones artísticas desde el comienzo de su trayectoria. “La superficie de estas pinturas está rota para que podamos mirar el mundo a través suyo, la tela no es una barrera, sino que está en continuidad con el mundo”, concluye Daniel.