El gran libro del verano

Leer la biografía de Josep Pla que ha escrito Xavier Pla es un regalo. Si no lo has leído, aprovecha el verano para hacerlo. Es de esos libros que te acompañan toda la vida. Es sin duda el libro del año y, por lo tanto, también tiene derecho a ser tu libro del verano. No quiero despedir al ARA Llegim de esta temporada sin volver a hablar de él. Es una obra inagotable, tanto en los detalles como en la valoración global, tanto en el retrato psicológico individual como en el reflejo de una época.

Por su dimensión y profundidad, requiere tiempo y tranquilidad de espíritu. Sólo así uno puede penetrar en el espíritu denso, escurridizo y contradictorio de este monumental hombre de letras, hombre de poder en la sombra, de placeres confesables (no todos), un sentimental que se protegía con una capa de cinismo escéptico, un brillante seductor egoísta, a veces odioso. Meterse en su vida es, también, zambullirse en el mar removido del siglo XX catalán, español y europeo, es mojarse en su tumultuoso oleaje, en la salabror de un país que no acaba de hallar la manera de ser. Un país, Cataluña, ahogado en su ambición de ser. Éste es el drama que tan bien representa Pla, el ciclotímico por antonomasia que hizo de la escritura su refugio y nuestra salvación.

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Él sabía que era, o quería ser, un gran escritor, pero sabía también que, por el azaroso hecho de haber nacido en ese rincón de mundo, con el que se sentía tan íntimamente identificado, no sería reconocido universalmente. De eso se dio cuenta del todo como ganador avergonzado de la Guerra Civil: entonces comprendió realmente la magnitud del drama, la condena de ser a medias, de vivir escindido, de amar a tientas, de escribir a caballo de dos lenguas, de deambular cojo por la vida.

Lo que durante los años de juventud y de la Segunda República había sido un juego bestia y atractivo, el de la política y del periodismo, el del catalanismo siempre en el punto de mira, y el juego de buscar el éxito literario a toda costa, de repente se convierte en una derrota sin paliativos. Cataluña ha perdido, él ha perdido. Todos hemos perdido. Muerte, exilio, fractura, vacío. La precaria civilidad que se había conseguido ha quedado en nada: la lengua catalana silenciada, la cultura destruida, la educación perdida, el autogobierno aniquilado. No hay presente. No hay futuro. ¿Cómo empezar de nuevo? ¿Cómo salir de la oscuridad? ¿Cómo recuperar la sonrisa, aunque sea lacrimógena y alcohólica?

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Es aquí cuando emerge un Plan reconcentrado, zarandeado por una vitalidad fenomenal, dispuesto a poner luz en medio de una niebla espesa. ¿Qué es, sino, El cuaderno gris? Si todo lo que vale la pena es pasado, él hará la magia literaria de reconvertir ese mundo perdido en una obra –una realidad– de futuro. Se dispone febrilmente a poner nombres, verbos, adjetivos y complementos, a insuflar alma a la vida rota. Sobre el papel, el tiempo deja de tener importancia. La buena literatura es atemporal. La operación no es nostálgica, es épica: es una aventura para salvar las palabras, la tierra, la gente, la libertad. Lo escribe desde su preciada libertad interior. Desde su comodidad dentro del régimen dictatorial y su prestigio de autor conservador, fuerza las costuras, va ganando terreno artículo a artículo en la revista Destino y, gracias al editor Cruzet, de Selecta, muy pronto libro a libro en catalán.

Y sale adelante. Único y febril, recupera a sus lectores y concita a miles de nuevos. Consigue salvar el Empordà y Catalunya. Pero cuando llega la libertad, ya no es su país. Él, que ha sido clave en la continuidad de la cultura catalana, se siente agotado, desubicado. La vejez siempre es cruel. Sin embargo, no deja de escribir hasta el último suspiro, atrapado en la rueda eterna, compulsivamente, con variaciones repetitivas de su obra maestra: "He nacido en Palafrugell (Empordà pequeño) el 8 de marzo de 1897. La totalidad de mi sangre es ampurdanesa. Mi paisaje básico está comprendido entre el monte Son Ric, por levante; las montañas de Fitor por poniente; las islas Formigues por el mediodía y el Montgrí por la tramuntana. Siempre me ha parecido que este país es muy viejo y que por encima suyo ha pasado toda clase de gente, gente errante y diversa".

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Buen verano y buena lectura. Que Pla os acompañe.