Literatura

Cuando la vida te da una segunda oportunidad de luchar

Tras recibir un ataque casi mortal hace dos años, Salman Rushdie reflexiona y habla de ello con clarividencia, rabia y empatía

'Cuchillo'

  • Salman Rushdie
  • Literatura Random House
  • Traducción de Luis Murillo Fort
  • 21,90 euros / 208 páginas

Las novelas de Salman Rushdie (Bombay, 1947) le han convertido en una de las grandes figuras de la literatura universal, quizás en uno de los firmes candidatos al Nobel, pero su nombre también va ligado a la polémica que nació con la tristemente famosa fatua que emitió el régimen del ayatolá Jomeini en aquel lejano 1989 contra los suyos Versos satánicos, y que le devolvió como el peor de los boomerangs en el intento de asesinato que sufrió el verano del 2022, cuando se disponía a intervenir en un acto público en el estado de Nueva York. Este hecho es la clave de vuelta de Cuchillo, escrito desde la raya que separa la vida de la muerte con todas las ganas de vivir que se pueden desprender de la superación de un episodio así. Si bien retoma el hilo allí donde lo había dejado la monumentalJoseph Anton, una de las autobiografías de escritor más apasionantes que pueden leerse: después de más veinte años de vida clandestina, con comportamientos como el de un refugiado o espía, parecía que la vida en Estados Unidos le había comportado la paz definitiva. Se había enamorado de nuevo de una mujer, con la que compartía lo que le parecía la última gran historia de amor de su vida y vivía en un estado de libertad no vigilada casi ingenuo.

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Y, de repente, el ataque. Cuenta Rushdie que, mientras estaba paralizado sobre el escenario observando con terror a un individuo armado con un cuchillo y tapado con un pasamontañas, sólo podía pensar: “¿De verdad, después de todos estos años?” El escritor no fue capaz de moverse ni un milímetro antes de empezar a recibir las cuchilladas que le dejaron las secuelas que todo el mundo conoce: la pérdida de un ojo, la lentísima recuperación de la movilidad de una mano y heridas gravísimas en cara y cuello. Cuando se ha visto capaz de relatar lo ocurrido, es como si la bestia escritora se le hubiera despertado con más furia que nunca para escribir con el máximo de clarividencia y de rabia –pero también de empatía y de elegancia– lo que seguramente ha sido el hecho más impactante de su vida: presenciar, casi vivir, la escenificación de la propia muerte. Ser testigo “privilegiado” de cómo la furia y la ignorancia pueden echar por tierra una vida dedicada a la defensa de la escritura como la práctica de la libertad de expresión.

Nada es sólido

Rushdie lo vio claro en un solo instante, en el escenario: todo lo que el mundo occidental había construido como civilización no es más que una hoja de papel que cualquier arma afilada puede cortar en un cerrar y abrir de ojos. El escritor que escribía fábulas políticas y reflexionaba siempre sobre el papel público de los escritores no duda mucho en reafirmar su compromiso y en mantener sus convicciones: nada es sólido, pero hay que luchar para que lo parezca. Hay que seguir escribiendo. A esta lucha hay que añadirle la dimensión más íntima, la del amor a la pareja ya la familia. El libro es un canto al amor como la mejor manera de estar vivo, y casi da envidia: la escena con la que se cierra, en la que él y su mujer visitan el lugar del crimen, es de un nivel de emoción y contiene una cantidad de verdad difícilmente superables. Hay otros momentos memorables: la vuelta a casa circulando por Manhattan como si poseyera por primera vez la ciudad, las descripciones de las recuperaciones físicas casi milagrosas, o el primer momento en el que se mira en el espejo.

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Hay un componente luctuoso, también, y es que su supervivencia coincide con la muerte de varios escritores y amigos: Kundera, Amis, Auster. Es el canto del cisne de toda una generación, lo que le da aún más valor al testimonio: es toda una manera de entender el mundo la que se vio atacada en agosto del 2022, una manera que ya no volverá. Esto también lo ve con claridad Rushdie, quien está seguro de que la vida que le queda ya no será nunca como la que había sido antes de las cuchilladas. Lejos de creer en el miedo o en la venganza, sin embargo, tiene la grandeza de espíritu y la paz interior necesarias para abrazar lo que sea que venga a partir de ahora. Toda una lección.