Dos caras de la finisecularidad en el Palau de la Música
Buena labor de conjunto de la Orquesta Filarmónica de Dresde dirigida por Pablo González
Orquesta Filarmónica de Dresde
- Dirección: Pablo González
- Piano: Francesco Piemontesi
Es suficientemente conocido y sabido que la música nos habla de muchas cosas. Y que ayuda a entender ya definir no sólo a sus creadores, sino también a los espacios y tiempos en que han sido concebidas las partituras de turno. El concierto del lunes de Palau 100 sirvió para entender dos finisecularidades: la del siglo XVIII con el Concierto para piano núm. 25 en do mayor de Mozart (una obra de 1786), laAdagio de la décima sinfonía de Mahler (de 1911 y única pieza integrante de una obra inacabada) y el poema sinfónico Muerte y transfiguración de Richard Strauss (1889). Buen programa, pues, sólidamente construido sobre aquellas crisis propias de finales de siglo (y de inicios de otro en el caso de Mahler), que contó con notables pero desiguales resultados. La buena labor de conjunto corrió a cargo de la Orquesta Filarmónica de Dresde dirigida por Pablo González, el maestro asturiano que recordamos en nuestra casa como director de la OBC entre los años 2010 y 2015. Años atrás, se bromeaba sobre la semejanza física entre González y Mahler. Y verle dirigir una obra del autor deEl canto de la Tierra tiene su gracia, la verdad.
Anécdotas aparte, lo cierto es que González dirigió con pulso firme, aunque en general careció de mayor implicación emocional y, sobre todo, imaginación discursiva. Ciertamente, leyó bien elAdagio de la sinfonía de Mahler, con toda la incisividad de un lenguaje musical que empezaba a flirtear con la atonalidad y que sin duda habría llevado al músico bohemio a metas cercanas a Schönberg, Berg y Webern. El entendimiento entre González y la orquesta se hizo notar, lo que se mantuvo en la ejecución del poema sinfónico de Strauss, como culminación del programa.
En la primera parte, Francesco Piemontesi sirvió modélicamente el ' antepenúltimo concierto para piano de Mozart, uno de los más imaginativos de su producción y con frases de una belleza inmarcesible. Ante el piano, Piemontesi supo traducir el optimismo nostálgico de la prenda, con gusto, claridad en el fraseo y técnica inmaculada al servicio del estilo mozartiano. Fue aquí donde González fue menos convincente, con soluciones dinámicas y de color poco adecuadas al espíritu de la obra y no siempre acorde con las intenciones del solista.