Espléndido concierto con el sempiterno Mendelssohn
Gran trabajo de Thomas Hengelbrock con la Balthasar Neumann y el Orfeó Català en el Palau de la Música
Balthasar Neumann Choir & Ensemble y el Orfeó Català
- 'Sinfonía núm. 2, Lobgesang', de Felix Mendelssohn
- Dirección: Thomas Hengelbrock
- Con el Orfeó Català (dirigido por Pablo Larraz) y las voces solistas de Eleanor Lyons, Anna Terterjan y Maximilian Schmitt
Me atrevería a decir que el genio de Mendelssohn aún no ha hecho suficiente poso en nuestra casa. Más allá de obras muy interpretadas –como la música incidental para el Sueño de una noche de verano o el Concierto para violín, además de las sinfonías conocidas con los nombres deItaliana y Escocesa– queda mucho por descubrir de este músico extraordinario, niño prodigio y reexhumador de la obra de Johann Sebastian Bach.
La sinfonía-cantata Lobgesang, conocida como "segunda sinfonía", es en realidad la cuarta de las cinco, al margen de las catorce sinfonías para cuerda escritas por un Mendelssohn adolescente. Y es, en realidad, una cantata. Se dejan entrever las influencias contrapuntísticas de Bach, pero también de la modernidad oratorial del último Haydn, por no hablar de la concepción sinfónico-coral heredera de la última sinfonía de Beethoven. Y, cómo no, como obra que trasciende su tiempo, abre las puertas a algunas de las sinfonías de Mahler en las que la voz humana tiene un protagonismo singular, tanto en lo que se refiere a los solistas como al corazón.
Gran trabajo el de Thomas Hengelbrock ante una formación coral y orquestal (Balthasar Neumann), que en Barcelona ha contado con la incorporación del Orfeó Català, sin duda en uno de sus mejores momentos por la calidad tímbrica de las voces integrantes y por la implicación de los sus miembros. Ciertamente, la Lobgesang es una obra inclemente en algunos pasajes, especialmente para las sopranos, pero el rendimiento y los resultados estuvieron a la altura de las expectativas, después de un intenso trabajo de dirección que se notó a lo largo de toda la velada. Y lamento no haber podido asistir, el día antes, a la interpretación del Deutsches Requiem de Brahms, con las mismas formaciones. Buen papel igualmente el de los solistas, las sopranos Eleanor Lyons y Anna Terterjan, además del tenor Maximilian Schmitt, de buena línea y con suficiente robustez en emisión y proyección.
Sin embargo… Sí, hay un sin embargo. Y es que Thomas Hengelbrock jugó muy bien la liga del sonido generoso, de la precisión rítmica, de los ajustes entre distintos planos sonoros de la formación orquestal (sobre todo en los tres movimientos iniciales), pero… ¿con qué discurso? De qué habla la Lobgesang y ¿cuál es el mensaje que el director alemán quiso transmitir? Pienso que optó por un discurso fenomenológico, centrado en la música en sí misma y que prescindía de la interacción de esa música con la palabra. Y esto, tratándose de una obra enmarcada en el contexto protestante luterano, debería haberse tratado de otra manera. Y es que, por mucho que el texto de esta obra no esté a la altura de los grandes oratorios y cantatas que la preceden (sin ir más lejos, las cantatas o las pasiones del Bach que tanto admiraba a Mendelssohn), la música sí está a su servicio. Y esto no es lo que me pareció percibir en este, por otra parte, espléndido concierto. Lo suficiente, en todo caso, para constatar que el compositor alemán tiene mucho que decirnos y que esconde secretos que vale la pena ir descubriendo.