Eternamente resucitados con Teodoro Currentzis

La Barcelona musical ha sido estos días de suerte, porque dos de sus principales equipamientos, el Palau de la Música Catalana y L'Auditori, han acogido los dos conciertos de la formación MusicAeterna, con Teodor Currentzis a la cabeza. Y si el domingo era la Novena sinfonía de Bruckner (que no pude escuchar), el lunes fue el turno de la Segunda de Mahler, Resurrección, en L'Auditori y de la mano de Ibercamera. Repito que no pude asistir a la actuación del domingo en el Palau, pero siempre he pensado que Mahler procede mucho mejor en Currentzis: la narrativa del autor de los Rückert-Lieder me parece más ad hoc para el director de origen griego, porque el elemento trágico hace –parece– mucho más para él.

Una vez más –supongo que como el domingo–, MusicAeterna exhibió un sonido generoso, arriesgado, compactado y, al mismo tiempo, generosamente expansivo, con las medidas dosis de histrionismo que permite Currentzis. Un hombre con mano de hierro y al servicio de sí mismo, pero que es capaz –con su carisma– de crear un ilusionismo musical fuera de lo común: sentirlo por creerlo, así de fácil. Y la partitura de Mahler no sólo lo permite, sino que casi lo pide. Por eso se encuentran el hambre con las ganas de comer al frente de una sinfonía que va como anillo al dedo para conseguir una atmósfera de recogimiento, pero también la explosión vital de los dos últimos movimientos, cuando aparece la voz humana.

Y si bien es cierto que el gesto histriónico de Currentzis –que siempre lleva al límite al espectador– puede distraer puntualmente, también es verdad que la labor del director es fruto del estudio profundo de lo que tiene delante: la partitura. Gustará o no gustará, pero es indudable que estamos ante una personalidad seria y responsable. Y que no engaña, en caso de que nos ocupa, con su lectura de la Segunda de Mahler.

Excelente prestación coral la del Coro Ibercamera dirigido por Mireia Barrera, junto al Coro Madrigal (con dirección de Pere Lluís Biosca) y de la Polifónica de Puig-Reig (dirigida por Emmanuel Niubó) con buenas intervenciones de las dos voces solistas: la soprano Sofia Ts ería. Y al final, el delirio, cómo esperar y cómo ya había pasado –me cuentan– el día antes en el Palau.