Fantástica pero descabezada velada wagneriana con Lise Davidsen
Más de diez minutos de ovación de pie demuestran que el público del Liceu tiene ganas de fiestas musicales como esta
Lise Davidsen, Clay Hilley y Gábor Bretz
- 'Die Walküre' (primer acto)
- Gran Teatro del Liceo. 27 de junio de 2024
Cuando toca hay que dar la cara (porque va con el sueldo), y Víctor Garcia de Gomar, director artístico del Liceu, lo hizo, a pesar de llevarse una sonora abucheada cuando explicó y justificó el porqué de un concierto del que sólo se ofrecía una parte. El público del Liceu se ha encontrado a lo largo de la temporada con demasiados cambios sobre la programación prevista. Y demasiadas entradas 2x1 ofertas a última hora para algunos espectáculos, dejando con cara de póquer quienes muchos meses antes habían comprado sus localidades individuales al precio que tocaba. Los asiduos al teatro están cansados de recibir justificaciones de dudosa credibilidad tras tantas cancelaciones y alteraciones sobre lo programado y anunciado a bombo y platillo. Que estos días la orquesta tenga mucho trabajo con Adriana Lecouvreur, la Consagración de la primavera y el concierto Wagner no justifica descabezar un programa que, como dijo Garcia de Gomar, se había diseñado hace un par de años. Suficientes para darse cuenta, con tiempo y antes de anunciarlo, que quizás no encajaba con el ritmo de trabajo impuesto por este calendario. Por decirlo en términos culinarios: si ofreces un menú de dos platos, no puedes servir los macarrones y dejar al cliente sin la lubina alegando que el cocinero tiene mucho trabajo.
Por suerte, este primer encontronazo no aguó una noche que se convirtió en una fantástica fiesta wagneriana, con un primer acto de Die Walküre de sombrero en todos los sentidos. Empezando por el trabajo de Josep Pons frente a una orquesta que conoce bien la obra pero que no sonó rutinaria. Por el contrario, el director de Puig-Reig supo extraer de forma provechosa el sensible material que Wagner expone en esta pieza magistral, detallando frases, matizando sentidos expresivos y marcando bien el sentido narrativo. Y, pese a algún fallo puntual, la orquesta sonó con la densidad y el lirismo inherentes a este primer acto.
Se esperaba mucho de la Sieglinde de Lise Davidsen y superó con creces todas las expectativas. En boca de la soprano noruega, cada sílaba es una muestra de pulcritud como resultado de un estudio profundo del rol, que borda con un timbre y un color preciosos y una emisión y proyección generosas, culminando con frases de antología como el Bist du Siegmund, den ich hier sehe del final del acto.
El tenor Clay Hilley exhibió una admirable línea de canto con dos Wälse! para cortar el aliento y con una sabia concepción progresiva en el Winterstürme, que parecía arrancar como un delicado lied de Schubert y concluirlo con trompetería de la mejor factoría de Heldentenor.
Rotundidad y antipatía es lo que marcó la presencia del bajo Gábor Bretz como Hunding, muy expresivo, impecable en la emisión y el fraseo al servicio del detestable marido de Sieglinde.
Más de diez minutos de ovación de pie demostraron que el público del Liceu tiene ganas de fiestas musicales como esta. Y de segundos platos en el menú anunciado.